Quien paga manda, y nos puede pasar que, por recibir subvenciones para algunas actividades netamente católicas y eclesiales, nos quieran hacer pasar por el aro y encima crearnos mala conciencia.
Escribo esto tras leer ayer una noticia según la cual se pide al obispado de Palencia que revise las normas según las cuales, para poder presidir una hermandad, a los requisitos de ser católico y adjuntar la partida de bautismo y estar confirmado, se añaden otros como no estar divorciado, ni casado por lo civil, ni casado con una persona del mismo sexo, ni estar viviendo en concubinato. Parece ser que algunos grupos políticos condicionarían los apoyos económicos a las hermandades a la revisión de estos estatutos, ya que, según ellos, incumplen la Constitución y suponen un veto a la diversidad sexual.
Bien. Dicho y leído esto, a servidor se le ocurren un par de cosas.
La primera de ellas, que efectivamente hay que modificar los requisitos no solo para ser presidente, sino para ser miembro de una hermandad. A los ya expuestos, habría que añadir otras consideraciones, y es que una cosa es ser pecador, que todos los somos, y otra vivir en abierta situación de escándalo público. Alguien que se dedique al narcotráfico, a la trata de blancas, que cobre comisiones ilegales, o condenado por corrupción o fraude, no puede estar en una hermandad, que aquí parece que, salvando cama, lo demás es válido.
La segunda, decir a diputaciones, ayuntamientos y demás hierbas que, si quieren ayudar económicamente, muy agradecidos, pero que si es a costa de bajada de pantalones, no estamos por la labor. Y que si no hay ayudas no pasa nada, se suspende la procesión, se hace más corta, se modifica el recorrido o directamente se acaba con la semana santa en la calle. No pasa nada. Bueno, sí pasa, que los hosteleros, restauradores, comercios… pueden cerrar en esos días, porque ir a Palencia en semana santa simplemente para comprar socorritos me da que lo iba a hacer poca gente. Pero ellos verán.
¿Agradecidos quiénes y a quién? Entiendo que agradecidos ayuntamientos y diputaciones a la iglesia, capaz de atraer a millares y millares de personas a sus celebraciones. Personas que sí, que dejan su pequeña limosna, tal vez, en los cepillos de los templos, pero que necesariamente comen, beben y duermen, y eso se hace en otros sitios y se paga estupendamente. Pues ya lo ven: desde la Iglesia asustados por si dejan de ayudarnos. Hay que cambiar el razonamiento.
Señores: ¿la semana santa deja dinero en la ciudad? ¿la semana santa trae turistas? ¿interesa al ayuntamiento esa avalancha de gente? Pues colaboren con sus gastos. ¡Ah! ¿Qué ponen condiciones, que exigen que renunciemos a principios básicos de la fe? Pues tranquilos, se metan la subvención por salva sea la parte, y nosotros, la Iglesia, haremos una semana santa más discretita, menos vistosa, lo que buenamente podamos, y si la gente no viene, lo discuten con el gremio de hostelería. La ayuda a la semana santa la pueden emplear en un campeonato de bolos y rana, que seguro será un éxito del todo descriptible.
Es que tenemos que razonar de otra manera. Oigan, señor obispo, señores curas, que si no permiten ser presidente de hermandades a cualquiera, se quedan sin subvención. Oigan señor alcalde, señor presidente de la diputación, que si no hay ayuda, se quedan sin semana santa en la calle. Ustedes mismos.
Publicar un comentario