No me canso de aniamar a otros a leerlo. Así concluye el Cardenal Robert Sarah el tesoro de sus reflexiones, que pone a disposición de quienes estamos tan pobres en silencio y vida interior:
Con mis respuestas a las espléndidas preguntas de Nicolas Diat, espero haber logrado mostras en estas páginas cómo el silencio y la oración son inseparables y se fecundan mutuamente (Epílogo, pág 273).
Ha llegado el momento de revelarse contra la dictadura del ruido que intenta hacer pedazos nuestro corazón y nuestra inteligencia. Una sociedad ruidosa es un triste decorado de cartón piedra, un mundo sin consistencia, una huída inmadura. Una iglesia ruidosa acabará siendo fútil, infiel y peligrosa (Epílogo, pág. 275).
Publicar un comentario