No puedo hacer ninguna condena hoy de Maduro por anular los poderes de la Asamblea Legislativa de Venezuela. No puedo, porque a Maduro ya no le cabe ninguna condena más en ese rollizo cuerpo.
Incluso, al modo de una erupción, le salió una condena sobre la boca que trató de taparse con ese horrible mostacho.
Sobre el portador del mostacho resulta imposible decir algo que no se haya dicho. Ante semejante Torrente I (descanse en paz) y Torrente II gobernando el país, sólo cabe la parodia, la risa de El nombre de la rosa. Ya no tiene sentido ningún razonamiento. Y menos cuando Torrente II afirma que Torrente I se le apareció en forma de pájaro.
Este tipo de salidas de pata de banco no tendrían mayor importancia (salvo el ludibrio nacional, internacional y alienígena), si no fuera porque todo el gobierno de Torrente II ha sido una continua metedura de jambe.
Ante tal “gobernante” que, desde luego, pasará a los anales, sólo cabe la risa. Sin duda, teme la risa. Como diría fray Jorge de Burgos en la biblioteca:
No nos da miedo el rigor del donatista, la locura suicida del circuncelión, la lujuria del bogomilo, la orgullosa pureza del albigense, la necesidad de sangre del flagelante, el vértigo maléfico del hermano del libre espíritu.
No, lo que al gobernante le da miedo (más que el desprecio) es que se rían de él. Cuando la masa comenzó a gritar con decenas de miles de voces Draculescu, Draculescu, Nicolae Ceausescu no tuvo la menor duda de que era el momento de subirse al helicóptero.
El problema es cuando ningún país te quiere entre sus jubilados. ¿Qué le dices, entonces, al piloto? ¿Me puede llevar al País de las Maravillas? No, y a Oz tampoco le puedo llevar.
En una mente como la de Maduro, no me extrañaría que le dijese al piloto como en Matrix: Siga al conejo blanco. Es en esos momentos, cuando el piloto se baja a paso ligero de la aeronave, buscando mimetizarse con la multitud.
Maduro, sin duda, ahora está hecho un lío entre Oz, la posibilidad de un tribunal internacional, el conejo blanco, la cucaracha de Kafka, Rudolf Hess, Lord Farquaad, Manuel Noriega y Matrix reloaded. Sí, la cabeza de Maduro ahora está hecha un ovillo de lana.
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