La liturgia diaria meditada - El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge desparrama (Lc 11,14-23) 23/03



Jueves 23 de Marzo de 2017
III de Cuaresma
Morado

Martirologio Romano: Santo Toribio de Mogrovejo, obispo de Lima, que siendo laico, de origen español y licenciado en leyes, fue elegido para esta sede y se dirigió a América donde, inflamado en celo apostólico, visitó a pie varias veces la extensa diócesis, proveyó a la grey a él encomendada, fustigó en sínodos los abusos y los escándalos en el clero, defendió con valentía la Iglesia, catequizó y convirtió a los pueblos nativos, hasta que finalmente en Saña, del Perú, descansó en el Señor (+1606 dC). 

Antífona de entrada         
Yo soy el salvador de mi pueblo, dice el Señor. Lo escucharé cuando me invoque en su angustia y seré su Señor para siempre.

Oración colecta     
Dios todopoderoso, te pedimos humildemente que, a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, se acreciente nuestra entrega, para celebrar con fruto el misterio pascual. Por nuestro Señor Jesucristo...

Oración sobre las ofrendas        
Señor, para que nuestra ofrenda sea de tu agrado, purifica a tu pueblo de toda maldad y no permitas que nos entreguemos a falsos placeres quienes poseemos la promesa de la verdadera felicidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Sal 118, 4-5
Tú promulgaste tus mandamientos para que se cumplieran íntegramente. Ojalá, yo me mantenga firme en la observancia de tus preceptos.

Oración después de la comunión
Alimentados con la Eucaristía, te pedimos, Señor, que nos animes con tu ayuda, para que experimentemos la salvación, tanto en la celebración de tus misterios como en la vida cotidiana. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo       (Facultativa)
Padre, confiando en tu misericordia, imploramos tu bondad y, ya que hemos recibido de ti la existencia, haz que, por tu gracia, tengamos siempre recta intención y realicemos el bien que anhelamos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Jer 7, 23-28
Lectura del libro de Jeremías.
Así habla el Señor: "Esta fue la orden que les di a sus padres el día que los hice salir de Egipto: 'Escuchen mi voz, así yo seré su Dios y ustedes serán mi Pueblo; sigan por el camino que yo les ordeno, a fin de que les vaya bien'. Pero ellos no escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que obraron según sus designios, según los impulsos de su corazón obstinado y perverso; se volvieron hacia atrás; no hacia adelante. Desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta el día de hoy, yo les envié a todos mis servidores los profetas, los envié incansablemente, día tras día. Pero ellos no me escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que se obstinaron y obraron peor que sus padres. Tú les dirás todas estas palabras y no te escucharán; los llamarás y no te responderán. Entonces les dirás: 'Esta es la nación que no ha escuchado la voz del Señor, su Dios, ni ha recibido la lección. La verdad ha desaparecido, ha sido arrancada de su boca'”.
Palabra de Dios.

Comentario
Esta denuncia repite varias veces el verbo “escuchar”. Escuchar la voz de Dios significa estar dispuesto a incorporar los criterios de Dios y no los nuestros. Es confiar en esa palabra que nos da discernimiento. Es romper nuestra cerrazón y abrir todo el ser a su novedad. ¡Destapemos nuestros oídos! ¡Abramos el corazón!

Salmo 94, 1-2. 6-9
R. ¡Ojalá hoy escuchen la voz del Señor!

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta él dándole gracias, aclamemos con música al Señor! R.

¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. R.

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: “No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras”. R.

Versículo     cf. Jl 2, 12-13
Vuelvan a mí de todo corazón, porque soy bondadoso y compasivo.

Evangelio     Lc 11, 14-23
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían: “Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo. Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: “Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque –como ustedes dicen– yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.
Palabra del Señor.

Comentario
“No hay peor sordo que el que no quiere oír”. El refrán se aplica perfectamente a esta situación que hemos leído: ni las obras más grandes de amor, como es liberar a un endemoniado de sus tormentos, son señales suficientes para quien se niega a aceptar que ha llegado el Reino de Dios. Que no nos pase lo mismo que a aquella gente. Pidamos al Espíritu Santo el discernimiento para ver en las buenas obras la gracia de Dios que está actuando.

Oración introductoria
Señor Jesús, gracias por estar siempre a mi lado. Contigo, no tengo nada que temer. Tú me has librado de las garras del maligno. Tu presencia me da paz y reconforta mi alma. Cada vez que miro una cruz, recuerdo que Tú me amas y que estás dispuesto a darlo todo por mí, por mi salvación y mi felicidad eterna.

Petición
Dios mío, concédeme la gracia de nunca olvidar que Tú eres todopoderoso, que ninguna creatura tiene poder sobre Ti aunque el mundo quiera presentarnos lo contrario. Yo quiero estar contigo y no contra Ti: ¡hazme fiel a tu amistad!

Meditación 

Hoy, en la proclamación de la Palabra de Dios, vuelve a aparecer la figura del diablo: «Jesús estaba expulsando un demonio que era mudo» (Lc 11,14). Cada vez que los textos nos hablan del demonio, quizá nos sentimos un poco incómodos. En cualquier caso, es cierto que el mal existe, y que tiene raíces tan profundas que nosotros no podemos conseguir eliminarlas del todo. También es verdad que el mal tiene una dimensión muy amplia: va “trabajando” y no podemos de ninguna manera dominarlo. Pero Jesús ha venido a combatir estas fuerzas del mal, al demonio. Él es el único que lo puede echar.

Se ha calumniado y acusado a Jesús: el demonio es capaz de conseguirlo todo. Mientras que la gente se maravilla de lo que ha obrado Jesucristo, «algunos de ellos dijeron: ‘Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios’» (Lc 11,15).

La respuesta de Jesús muestra la absurdidad del argumento de quienes le contradicen. De paso, esta respuesta es para nosotros una llamada a la unidad, a la fuerza que supone la unión. La desunión, en cambio, es un fermento maléfico y destructor. Precisamente, uno de los signos del mal es la división y el no entenderse entre unos y otros. Desgraciadamente, el mundo actual está marcado por este tipo de espíritu del mal que impide la comprensión y el reconocimiento de los unos hacia los otros.

Es bueno que meditemos cuál es nuestra colaboración en este “expulsar demonios” o echar el mal. Preguntémonos: ¿pongo lo necesario para que el Señor expulse el mal de mi interior? ¿Colaboro suficientemente en este “expulsar”? Porque «del corazón del hombre salen las intenciones malas» (Mt 15,19). Es muy importante la respuesta de cada uno, es decir, la colaboración necesaria a nivel personal. 

Entreguémonos a Dios. Hoy es un día para revisar si hay algo en mí que no va de acuerdo con mi condición de católico. Dios quiere un reino fuerte y consolidado. Nos quiere muy unidos a Él. "Nunca se ha escuchado decir de un hombre que se entregó por entero a Dios y no fue plenamente feliz".

Que María interceda ante Jesús, su Hijo amado, para que expulse de nuestro corazón y del mundo cualquier tipo de mal (guerras, terrorismo, malos tratos, cualquier tipo de violencia). María, Madre de la Iglesia y Reina de la Paz, ¡ruega por nosotros!

Propósito
Hoy rezaré un misterio de rosario, pidiendo por todas las personas que están en pecado para que se acerquen a Dios.

Diálogo con Cristo
Señor, recordando esta gran verdad, que Tú tienes poder sobre todas las creaturas, tomo conciencia del gran valor de mi vida de gracia. ¡Qué honor y dignidad tengo al ser hijo de Dios, hijo del Amo y Señor del Universo! Señor Jesús, concédeme la gracia de valorar y proteger nuestra amistad, y también de nunca perder la paz, porque Tú permites que todo suceda para mi bien.

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14:54

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