PEDIR, APRENDER A PEDIR, ENSEÑAR A PEDIR,... COMO PIDEN LOS NIÑOS




Con cierta frecuencia suelo decir, porque así lo creo, que el ser madre me ha ayudado mucho a "entender a Dios". También, el tener hijos me ha servido para comprender un poco mejor qué es eso que los místicos han dado en llamar "la vía de la infancia espiritual".



Como madre, procuro ejercer la autoridad buscando el bien de mis hijos, aunque ello suponga una cierta tensión en las relaciones materno-filiales. Sé que, como hace Dios con nosotros, debo poner normas y límites; que debo exigir, a cada uno de mis hijos según sus capacidades, aunque ellos no terminen de entender que se les trate de forma distinta precisamente por eso, porque son distintos; sé que debo ir dándoles autonomía en la medida en que van siendo capaces de utilizarla, y tantas otras cosas que, como he dicho antes, me hacen entender mejor a Dios. Porque Él es Padre y así nos lo ha dado a conocer.



Contemplando a mis hijos he aprendido mucho de abandono, de sencillez, de despreocopación, de generosidad, de sinceridad, del valor de las cosas por lo que son y no por lo que cuestan, y tanto otras cosas propias de los niños que están en la entraña de esa vía de la infancia espiritual a la que aludía más arriba.



Decía San Josemaría Escrivá en 'Es Cristo que pasa', que "ser pequeños exige abandonarse como se abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden los niños". Me atrevería a apostillar que "a pedir como piden los niños bien educados", sin rabietas ni pataletas.

Pero, ¿cómo piden los niños? Los niños piden con machacona insistencia, no se cansan de pedir, hasta que consiguen lo que quieren, o hasta que se convencen de que no lo van a conseguir, porque se dan cuenta de que aquello que pedían era realmente un capricho tonto.



También a veces los padres tardamos en dar a nuestros hijos aquello que nos piden, no por hacerles pasar un mal rato, más o menos largo, sino para estar seguros, padres e hijos de que la petición no es fruto del capricho de un momento.



Los padres tenemos la "desventaja" de que no podemos dar siempre a nuestros hijos lo que nos piden porque nuestra capacidad de dar es limitada. A Dios sin embargo, como es omnipotente, podemos pedirle todo, ¡incluso la luna!



El Evangelio de San Marcos recoge las siguientes palabras del Señor:

"Tened fe en Dios. En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: «Arráncate y échate al mar», sin dudar en su corazón, sino creyendo que se hará lo que dice, le será concedido. Por tanto os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo recibisteis y se os concederá".



Y allí es donde está el quid de la cuestión, si cuando pedimos algo a Dios no creemos que nos lo pueda conceder, nos falta ese ingrediente imprescindible de la oración de petición que es la fe; estamos poniendo en duda la omnipotencia divina. Así que pidamos, pidamos con insistencia, pero pidamos como el mismo Jesús nos pide que pidamos, creyendo que ya hemos recibido lo que pedimos, y Él, que es fiel, nos lo concederá. Incluso si pedimos que un monte se arranque y se eche al mar, incluso si le pedimos la luna,... ¡Nada hay imposible para Dios!

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Ujué
15:43
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