“Dijo Jesús a sus discípulos: “no se angustien; crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos; si no fuera así, ¿les habría dicho que voy a prepararles sitio? Cuando vaya y les prepare sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes. A donde voy, ya saben el camino. Tomás le dice: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo sabremos el camino? “Yo soy el camino, y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”. (Jn 14,1-6)
Hace unos meses vinieron unos grupos famosos que pusieron locos a los jóvenes.
Algunos para lograr sitio durmieron varias noches a las afueras del estadio. Y eso que hacía frío.
Cuando uno lee el Apocalipsis el Misa de Todos los Santos y escucha hablar de ciento cuarenta y cuatro mil, y luego aquello de vi “una muchedumbre inmensa que nadie podía contar”, la verdad que a uno la vienen dudas: ¿Y cuando yo llegue al cielo ya encontraré sitio?
Me encanta la frase del P. Luis Palomera S.J. cuando escribe: “En el cielo no hay plazas limitadas, hay sitio para todos”.
Y lo que dijo el Papa Francisco, citando al escritor Joseph Malégue:
Hay santos de cada día, los “santos ocultos”, una especie de “clase media de santidad”, “esa clase media” de la que todos podemos formar parte”.
Y José Luis Descalzo, a quien personalmente considero de “clase alta”, escribía:
“Si abrimos con más atención los ojos, vemos que, además de los santos de primera, hay por el mundo algunos santos de segunda y bastante de tercera. Esa buena gente que ama a Dios,
esas personas que, cuando estamos con ellas, nos dan testimonio casi físico de la presencia viva de Dios;
almas sencillas, pero entregadas;
normales, pero fidelísimas.
Auténticas clases medias de santidad”.
¿Por qué me vienen a la mente estos recuerdos?
Por una razón muy sencilla: Jesús les dice a los discípulos que:
“en la casa de mi Padre hay lugar para todos”,
“Si no fuera a sí no os habría dicho que voy a prepararos sitio”.
Motivo de alegría por dondequiera que se le mire:
En primer lugar, en el cielo no hay plazas limitadas.
Tal vez las haya numeradas.
Pero sabemos que hay “lugar para todos”.
No para unos cuantos selectos.
En segundo lugar, qué bella expresión la de Jesús: “os voy a preparar sitio”.
Como si fuese quitar el polvo de los muebles.
Como si fuese a barrer y encerar los pisos.
¿No es como para sentir alegría el saber que nos va a preparar sitio?
Pero hay algo más que abre nuestro espíritu:
“Volveré y os llevaré conmigo”.
¡Cuántas veces nos imaginamos que los que mueren se quedan solos en el silencio!
Me gusta la frase que la Iglesia utiliza cuando habla del Sacramento de los enfermos.
Que les demás le unción.
Pero también el “Viático”.
Todos sabemos lo que son los viáticos cuando vamos de viaje.
El Viático que es Jesús mismo que se hace presente en nuestro morir.
Y luego, en vez de llevarnos al “velatorio”, nos lleva de la mano “al sitio preparado”.
Y ¿cuál es ese sitio preparado?
“Os llevaré conmigo, para donde estoy yo, estén también ustedes”.
¿No seremos capaces de vivir la alegría de la fe?
¿No seremos capaces de vivir la alegría de la fe también en la muerte?
Aquí nadie dirá que tiene miedo perderse en el camino, porque el camino mismo es el que nos llevará de la mano.
Clemente Sobrado C. P.
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