¿Müller o Kasper? No, Müller y Kasper. Los dos son excelentes teólogos. Los dos son seguidores del Maestro. Los dos sirven a la Iglesia.
Un sacerdote me ha pedido si le podía hacer un favor, y hoy por la mañana, he celebrado la misa en una residencia de ancianos. Antes de empezar la misa y al acabar, en la sala de al lado la señora que preparaba todo sobre el altar me decía que si se seguía permitiendo que la gente entrara o saliera una vez empezada la misa, ella se retiraba.
Las razones que daba la señora eran completamente válidas. La sacralidad del sacrificio eucarístico requiere que estemos atentos, concentrados, que no nos despistemos. La gente que entra y sale despista a los demás.
Pero yo le repetí que esos ancianos que venían tarde a la misa o que dejaban la misa era porque tenían que ir al podólogo, pues ésa era la razón de que tuvieran que salir a esa hora, al menos aprovechaba algo el tiempo que estaba dentro. Más vale que aprovechen algo, aunque sean diez minutos, que no que no aprovechen nada.
La señora se mostró irreductible. Y todas las razones que daba ella, eran completamente verdaderas. Pero mi postura también me parecía adecuada: no hay que ser excesivamente rigurosos, más vale que asistan diez minutos a la misa, en vez de nada. Ella se fijaba en la doctrina, yo no negaba la doctrina al defender mi postura. El sacerdote al que yo sustituía era de la opinión de esta señora.
En este caso, vemos una misma doctrina (la santidad de la misa) y un sacerdote que cierra la puerta (del salón de la televisión donde se celebraba) y otro que la abre.
Ésta es una comparación con puntos similares al tema del matrimonio que discutíamos desde hace unos días, y con puntos desemejantes. Evidentemente, el matrimonio no es un lugar donde se entra o se sale a voluntad.
Ahora bien, yo ayer me di cuenta de un detalle que puede servir en esta discusión: el sábado fue hecho para el hombre. Es decir, la indisolubilidad fue hecha para el hombre. La indisolubilidad tiene un carácter instrumental, tiene carácter de medio, el fin es el hombre, el bien del ser humano; y no al revés.
Sobre este tema he recibido muchos correos electrónicos, pero quiero resaltar una llamada que recibí ayer, de un lector, un lector ilustrado, que razonaba. A este lector yo le decía que la clausula a no ser por fornicación (Mt 5, 32) se puede entender como ante factum o post factum. El repudio es lícito si la unión era de por sí una fornicación y no un verdadero matrimonio (ante factum). Pero también podría ser entendida (post factum), es decir, la sanación de una nueva unión sería posible en el caso de que mantener inalterada la situación inicial en un matrimonio roto e irrecomponible, sólo serviría no para bien del ser humano, sino para entender la nueva unión como un adulterio perpetuo.
Hay que reconocer que la palabras de Jesús se pueden interpretar de un modo o de otro, ante factum o post factum. Eso es un hecho, no una teoría. La doble interpretación está ínsita en una clausula escueta como es ésa.
Se dirá que la Iglesia ya ha dado una interpretación y que ésa es ante factum. Pues no siempre ni en todos los casos. El privilegio petrino y el paulino suponen la disolución de un vínculo. Lo repito para aquellos que insistan en la imposibilidad de ciertas cosas: el privilegio petrino y paulino suponen la disolución de un verdadero vínculo matrimonial entre dos personas. Es decir, se le da el libelo de repudio a alguien que tenía un verdadero vínculo con otra persona. Es una acción completamente post factum.
Conclusión, yo veo que hay personas que se niegan en redondo a que la Iglesia examine este punto, porque se aferran a las palabras de Jesús. Pero las palabras de Jesús incluyen una clausula misteriosa. Misteriosa como un cofre cerrado, porque ese cofre sólo se puede abrir a través de una perfecta comprensión acerca de la teología del matrimonio y poder apostólico.
Hasta ahora la sociedad (y no sólo la católica) se adaptaba a la doctrina. Y eso era lo mejor. Pero hemos llegado a ese momento de la Historia en que la dureza de los corazones, nos lleva a una situación en la que en veinte años nos podemos encontrar con que tres cuartas partes de los que asistan a misa sean divorciados.
Nota: La foto en la que aparezco leyendo el breviario, me la hicieron en la iglesia del Primado de Pedro en Galilea con el lago de Genesaret detrás.
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