1. De nuevo Juan repite los temas que ha ido desarrollando, cada vez con matices nuevos, a lo largo de su carta, sobre el amor que Dios nos tiene y el amor que nosotros debemos tener a Dios y al hermano.
Los argumentos se suceden en cadena:
-Dios nos amó primero, por eso debemos amarle nosotros también, -pero la segunda respuesta a ese amor de Dios es que amemos también al hermano.
Aquí la antítesis es muy expresiva: «Si alguien dice que ama a Dios y aborrece a su hermano, es un mentiroso: pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve»,
-el que dice creer en Jesús debe también aprender y cumplir la doctrina que él nos enseñó: el doble mandamiento del amor, íntimamente unido, amar a Dios y amar al prójimo,
-el que sabe que es hijo, nacido de Dios, debe cumplir sus mandamientos: pero el mandamiento principal de Dios es el amor al hermano,
-cumplir estos mandamientos, y por tanto amar al hermano, no es una carga pesada: porque ya participamos en la victoria de Cristo contra el mal del mundo.
Hay veces que las lecturas bíblicas no necesitan mucha explicación, porque se entienden muv bien: lo que nos cuesta es llevarlas a la práctica.
2. Es una escena programática y llena de significado la que escuchamos hoy en el evangelio, con la primera homilía y su manifestación mesiánica a los de su pueblo, Nazaret.
Jesús, como buen judío, acudía cada sábado a la sinagoga. Ese día le encargaron que leyera la página del profeta. Lo hizo de pie; al terminar de leer, enrolló el códice y se lo devolvió al ayudante; y a continuación dijo la homilía, cosa que se permitía hacer a los laicos sólo si habían cumplido los treinta años y se trataba, no de la Ley, sino de los profetas.
El pasaje de Isaías es central: el futuro Mesías, lleno del Espíritu de Dios, es enviado a cumplir su misión para con los pobres, a dar libertad a los oprimidos y anunciar el año de gracia del Señor. Pero lo que Lucas quiere subrayar es el inicio de la homilía de Jesús: «hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír». Se presenta, por tanto, a los de su pueblo, como el Mesías esperado. Y en un principio consigue la admiración y el aplauso de sus oyentes.
Estamos en este tiempo de prolongación navideña, en que se suceden las diversas manifestaciones o epifanías de Jesús al inicio de su ministerio.
3. a) El examen de conciencia que Juan nos ha propuesto en su carta nos afecta a todos en la vida de cada día: sólo podremos afirmar que amamos a Dios si amamos al hermano, que está a nuestro lado. Si no, somos unos mentirosos.
Al terminar nuestra vivencia de la Navidad, se nos pregunta sobre la coherencia con lo que hemos celebrado. Lo fácil es cantar cantos al Niño nacido en Belén, y alabar a Dios por su amor. Quedar satisfechos porque «amamos a Dios». Lo difícil es sacar las consecuencias para nuestra vida: que en el trato con las personas que nos rodean seamos tan comprensivos y generosos como Dios lo ha sido con nosotros.
b) También la escena del evangelio nos invita a reflexionar sobre cuál es nuestra escucha de la Palabra y nuestra reacción ante ella.
La frase de Cristo Jesús es la mejor definición de lo que es la homilía en la celebración: «hoy se cumple esta Escritura». Las lecturas bíblicas no las hacemos para enterarnos de lo que sucedió hace dos mil años. Sino para captar lo que Dios nos está queriendo decir con ellas hoy y aquí a nosotros.
En la celebración, y en nuestra historia de salvación actual, se cumplen las promesas y se actualizan los acontecimientos salvadores que leemos. La Navidad ha sido acontecimiento nuevo este año, y su gracia ha querido llenar de nuevo nuestra existencia.
Es precisamente lo que la homilía debería ayudar a captar siempre.
Hoy se nos ha anunciado el programa mesiánico de Jesús, en el que destaca su preferencia por los pobres y los oprimidos. En la Plegaria Eucarística IV le damos gracias a Dios parque nos ha enviado como salvador a su Hijo Jesús, el cual «anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo (la alegría, mejor)».
Exactamente la cita que Jesús leyó en la sinagoga y que se aplicó a sí mismo.
Es el programa que él cumplió a lo largo de su vida, y el que se nos propone a nosotros si somos seguidores suyos.
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