“Mi madre y mis hermanos son los que hacen la Voluntad de Dios” (Mc 3, 31-35). Aunque parezca lo contrario, Jesús no niega a su familia biológica, es decir, su Madre, la Virgen, y sus primos: Jesús, en realidad, amplía el concepto de “madre” y “hermanos”, a no solo aquellos a los que está ligado por la sangre, sino a aquellos a los que está ligado por el amor a Dios, amor que se expresa en su voluntad, manifestada en los Diez Mandamientos. De esta manera, al decir que “su madre y sus hermanos son quienes cumplen la Voluntad de Dios”, Jesús no solo reafirma a su Madre, la Virgen, como su Madre, y a sus “hermanos” –primos, en realidad-, como su familia, puesto que ellos, la Virgen la primera, cumplen la Voluntad de Dios: lo que hace, es anticipar el concepto de Iglesia como “Familia de Dios”, porque pertenecen a la Iglesia los bautizados, los hijos de Dios, cuyo deseo primero y último es vivir de acuerdo a los Mandamientos de su Padre adoptivo, Dios, cumpliendo así su Voluntad. En otras palabras, no solo la Virgen y sus primos son “su madre y sus hermanos”, porque además de familia biológica, cumplen la Voluntad de Dios, sino que ahora serán “madre y hermanos” suyos, quienes entren a formar parte de la Iglesia, por el bautismo, y tengan como objetivo primario de sus existencias, hacer la Voluntad de Dios en sus vidas, correspondiendo así con amor de hijos adoptivos, al Amor del Padre que, por Amor, los ha adoptado.
Ahora bien, el hecho de ser “madre y hermanos” de Jesús, es decir, de pertenecer a su “familia espiritual”, no es un calificativo meramente moral: por la gracia, el cristiano es incorporado verdadera y realmente al Cuerpo Místico de Jesús; es unido a Él de modo orgánico, de manera tal que pertenece a su Cuerpo y, así como el cuerpo recibe vida del alma, así el cristiano, incorporado al Cuerpo Místico de Jesús por el bautismo, recibe su Espíritu, el Espíritu Santo, que actúa como “Alma de su alma”, así como lo hace también con la Iglesia Universal.
“Mi madre y mis hermanos son los que hacen la Voluntad de Dios”. El cristiano es “madre” de Jesús cuando, a imitación de la Virgen, lo engendra en su corazón por la gracia, la fe y el amor; el cristiano es “hermano” de Jesús, cuando por la gracia del bautismo sacramental, queda incorporado a su Cuerpo Místico, naciendo a la vida de los hijos de Dios, convirtiéndose en hijo adoptivo y espiritual de la Virgen y de Dios Padre, y hermano de Jesús, al ser unido a Él por esta misma gracia. Y quien es “madre” y “hermano” de Jesús, está unido a Él por el Amor de Dios, el Espíritu Santo, que es quien pone en el corazón el amor a la Voluntad de Dios, expresada en los Mandamientos, y da la fuerza necesaria para vivir según los Mandamientos, para que así el cristiano pueda cumplir la Voluntad de Dios en su vida.
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