Los libros, como los edificios, siempre tienen un tiempo de reformas, añadiduras y mejoras que antes volvía locos a los editores. Pero desde que tengo ese sitio al que llamé Biblioteca Forteniana, soy libre. Cualquier lector mío, en cualquier parte del mundo, a cualquier hora del día o de la noche, puede disponer gratis de la última versión de cada libro que he publicado. Como escritor, por fin, soy libre. Libre al fin.
Nunca he publicado más libros en papel y en tantos lugares del mundo como ahora. Pero, ¡por fin!, ya no estoy encadenado a las editoriales y puedo sacar a la luz mis libros cuando quiero. Nunca hubiera imaginado una situación tan idílica hace veinte años. De esta manera puedo seguir explorando mis regiones literarias, cartografiando las propias veredas de mi imaginación.
Es curioso, como sacerdote siempre pensé que mi trabajo sería el moverme yo a otros lugares: casas, familias, poblaciones de mi diócesis o lugares de misión. Evangelizar a los otros significaba moverme, ir a otro sitio. Nunca creí que ese trabajo sacerdotal de apostolado consistiría en introducir a los demás en mi mente sentado en el sillón de mi casa.
Una cosa más. En este blog siempre preponderan el número de fotos en las que aparezco solo. La razón es que las fotos que otros se hacen conmigo, se las llevan ellos en sus cámaras. Pero hoy pongo algunas en las que salgo acompañado. Resulta paradójico que en mi día a día suelo estar acompañado, pero que las fotos que cuelgo suelen ser selfies de mi ipad en las que salgo solo.
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