Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Miércoles de la 2 a. Semana – Ciclo B

“Y a ellos les pregunta: “¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, “¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?” Ellos se quedaron callados.

Echando en torno una mirada de ira y dolido de su obstinación, le dijo al hombre: “Extiende tu brazo”. Lo extendió y quedó restablecido…” (Mc 3,1-6)


La verdad es que Jesús se las busca.

Se mete en la boca del lobo: en plena sinagoga.

Y le encanta provocar a la institución religiosa, desde su mismo corazón.

La cuestiona, la interroga como quien pretende hacerla reflexionar.


Ahora es él quien hace las preguntas, antes de que sean ellos quienes le pregunten y cuestionen.

“¿Qué está permitido hacer en el día sábado?”

“¿Se puede hacer el bien en sábado?”

“¿Se puede salvar la vida de un hombre o dejarlo morir?”


Todos somos fáciles para criticar lo que otros hacen.

Todos somos fáciles para manifestar nuestro celo por Dios.

Pero, cuando se nos pregunta y se nos cuestiona, ¡qué poca sinceridad tenemos!

Preferimos callar.

Preferimos el silencio.

Preferimos no manifestar lo que sentimos.

Todos somos muy valientes cuando nadie nos cuestiona.

Todos somos muy valientes cuando el interesado no está.

Todos preferimos murmurar y criticar por la espalda o la ausencia.

Tenemos poca sinceridad.

Tenemos muy poca nobleza de corazón.


Y esto, a Jesús le causa repugnancia.

Es de las pocas veces que el Evangelio dice que los miró “con ira”, “indignación”.

No por lo que pudieran pensar sino por la falta de honradez.

No tanto por su falso concepto de Dios, sino por la falsedad de sus corazones.


Indignación, rabia y hasta ira, por la poca o ninguna importancia que daban al hombre.

¿Que estaba enfermo? Eso era cosa suya, no de ellos.

¿Qué se moría? Uno menos que fastidiaba.

¿Dejarlo morir de abandono? Eso carecía de importancia para ellos.


Jesús no puede aceptar:

Un Dios que desprecia al hombre.

Un Dios que se desinteresa del hombre.

El mismo siente que, su propia vida carece de sentido sin el hombre.


Tampoco una religión en la que, la ley es más importante que el hombre.

Una religión que no tiene en cuenta al hombre.

Una religión que prescinde del bienestar del hombre.

Una religión que se olvida del hombre.

Una religión que pretende llegar a Dios sin el hombre.

Una religión que no le importa la vida del hombre.


Jesús se la juega, cada vez que la causa del hombre está de por medio.

Sabe que sanarle, le va a crear serios problemas.

Pero para él, el hombre con su parálisis y todo, es más importante que sus propios problemas.


Y la religión que no sabe valorar adecuadamente al hombre, tampoco es capaz valorar debidamente a Dios.

La religión suele ser implacable con los que no se someten a sus normas y leyes.

Marcos lo dice muy claramente: “cuando salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él”.


Es la suerte de quienes, también hoy, se ponen del lado del hombre.

Es la suerte de quienes, reclaman justicia con el hombre.

Es la suerte de quienes, ponen al hombre por encima de los sistemas y del orden social injusto, que más que “orden social termina siendo “desorden social”.

Porque ¿cómo llamar “orden” a lo que esclaviza y mata la dignidad del hombre?

Con frecuencia, las mismas religiones tienen más de religiosidad que de verdadera fe en Dios y en el Evangelio.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario Tagged: amor, curacion, ley, milagro, misericordia
19:59

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