Homilía para el III Domingo durante el año B
En la primera parte del Evangelio, el evangelista Marcos refiere econ pocas palabras el pasaje del Antiguo Testamento al Nuevo. En una frase, se podría decir en el mismo aliento, él menciona la detención de Juan el Bautista Judea y la partida de Jesús a su Galilea natal, a proclamar la Buena Nueva de Dios. Con el final de la actividad de Juan comienza la de Jesús. Esto dice dos cosas: 1) el tiempo se ha cumplido, y 2) el Reino de Dios ha llegado. Él llama a la conversión y a creer en la Buena Nueva.
Marcos sitúa aquí la llamada de los primeros cuatro discípulos. Hay dos grupos de hermanos. Todos los detalles de esta historia muy bien construida son importante. Cada uno de estos detalles es el portador de un mensaje. Primero Jesús dejó la Judea y la proximidad al centro político y religioso de Jerusalén para volver a la lejana Galilea. El lago de Galilea sirve de frontera entre la tierra de Israel y los gentiles hacia el norte. Además, incluso si nuestra traducción habla de Galilea, Marcos usa la palabra griega mar, una alusión al Éxodo y al cruce del Mar Rojo. Y la doble mención de “hermano” es una alusión al texto de Ezequiel 47,13ss donde se utiliza esta palabra para enfatizar la igualdad entre los hermanos en la distribución de la tierra prometida. Todos son iguales en su misión.
Cada uno de los dos grupos de hermanos representa un área diferente de la sociedad galilea, en la unión del mundo judío y el mundo pagano. Los dos primeros, Simón y Andrés tienen nombres griegos; los otros dos, Santiago y Juan tienen nombres hebreos. Los dos primeros son humildes pescadores, no se menciona el padre o la familia, están allí para tirar su red, y probablemente no tiene, un barco propio. Los otros dos tienen un barco de trabajadores y el nombre de su padre, que trabaja con ellos se menciona. Ellos no están en el trabajo en la pesca, al igual que los otros dos, están simplemente preparando sus redes. Por invitación de Jesús los dos primeros abandonan su actividad y los dos últimos se desprenden de la tradición judía (representada por su padre) y del estatus social de los propietarios.
Jesús no les enseñó una doctrina, no les presenta tampoco un programa de acción. Simplemente les invita a “venir en pos de él”, como él mismo fue a Juan, es decir, para ser sus discípulos. Ellos dejan todo y le siguen. Jesús promete a estos pescadores ser pescadores de hombres.
Toda la escena describe en qué consiste el reino de Dios que Jesús dijo que llegó. Este reino no es allá arriba en el cielo ni aquí abajo, en la tierra; ya sea en el futuro o en el presente. Consiste en una comunidad, “dentro de ustedes”, dice el Evangelio. Jesús no predicó un método de perfeccionamiento individual, al igual que todas las tradiciones religiosas. Busca a un grupo de personas que aceptan lo que dice, seguidores, que viven con él, y después de haberlo conocido comuniquen a otros la Buena nueva, para entrar en este círculo de hermanos y amigos. La Iglesia es la reunión de todos aquellos que aceptan seguir a Jesús y vivir según el Evangelio, que Él anunció.
Hoy, aunque no tenga lugar en la liturgia por ser domingo, es también la fiesta de la conversión de san Pablo. Por lo tanto, es el recuerdo de alguien llamado por Jesús, alguien cuya vida fue transformada por este llamado y esta aceptación. Preguntémonos, cada uno de nosotros, cuando recibimos este llamado. Tiene que ser algo más que el hecho de pertenecer a una sociedad sociológicamente cristiana. Una llamada en la infancia, o bien, al principio de nuestra vida adulta, tarde o temprano hemos escuchado en nuestros corazones una llamada personal a ser un discípulo de Cristo, y a ser también pescadores de hombres que proclaman con la vida la buena noticia. Como dice el Papa Francisco, citando a Benedicto, no podemos olvidarnos de este encuentro personal, sobre todo, si queremos renovar nuestra fe, vocación y misión.
En momentos en que nos bombardean todos los días con malas noticias todos los medios de comunicación, es importante para todos entender esta verdadera buena noticia que trasciende no solamente las malas noticias sino también todas las otras buenas nuevas con minúscula. Lo importante no es el linaje (dejan a su padre), lo importante no es lo que tengo o hago, (dejan su trabajo y redes) lo importante es el encuentro con Cristo, sin esto la vida espiritual desaparece y vivimos narcotizados con las cosas y los placeres y nos marchitamos en el interior no siendo nada para nosotros ni para los demás. Volvamos al primer amor de nuestro encuentro con Jesús en la fe, y con la ayuda de los hermano y la intercesión de la Virgen seamos, como Pablo, como santa Inés, pescadores de hombres.
Publicar un comentario