Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Lunes de la 2 a. Semana – Ciclo B

“Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: “Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. Por qué los tuyo no?” Jesús les contestó: “¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras el novio está con ellos?” Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar.” (Mc 2,18-22)



Flickr: Adib Roy



Yo soy de la idea de que Jesús debió de tener un gran humor. Y que muchas cosas las debió de tomar con mucho humor, porque de lo contrario, tenía que estar hasta las narices de tantas sonseras.


Esa CIA que seguía por todas partes a Jesús hoy la tendría y la pasaría muy mal, porque es precisamente los domingos, los sábados del Antiguo Testamento. cuando mejor comemos. Bueno, los que comemos, porque en el mundo hay muchos que no comen ni en domingo ni en días de semana.

Jesús no ayunaba.

Sus discípulos tampoco.

Y que conste que tenían buen apetito.


Pareciera que a Dios le encantan los estómagos vacíos.

Pareciera que a Dios le encantan los estómagos con hambre.

Pareciera que a Dios le encanta vernos sufrir delante de unos ricos alimentos.

Me pregunto ¿para qué nos habrá dado el estómago?

¿Sólo para los días de semana?


Jesús ve las cosas de otra manera.

A Jesús le gustan las fiestas.

A Jesús le gustan los banquetes.

A Jesús le gustan las bodas donde abunde el vino y el resto.

Jesús nos quiere ver siempre celebrantes, de boda.

Para ello, él mismo se declara novio, incluso para todos aquellos que no tienen novio.


A Jesús no le va el hambre.

A Jesús no le va ver a esa gente que no tiene que comer.

A Jesús no le va ver a esa gente, ese mundo y esa sociedad donde la gente prefiere vivir a Ave Marías, pero no tiene pan en casa.


El ayuno puede ser un proceso de ascesis para debilitar el cuerpo.

Algunos dicen que lo hacen para agradar a Dios.

Yo confieso que me siento mejor con Dios con un estómago suficientemente satisfecho que con estómago que me hace bostezar. Porque, incluso, cuando tengo hambre, más que pensar en la oración pienso en el estómago.


Estoy seguro de que Jesús piensa como yo. ¿Acaso no sintió lástima cuando vio que la gente le seguía y tenía hambre? Hasta se permitió el lujo de multiplicar los panes y los peces.


Jesús prefiere la fiesta.

Jesús no quiere una religión de estómagos vacíos.

Jesús prefiere que vivamos en ambiente y clima de boda. Por eso, estoy seguro de que no nos pedirá cuentas de si hemos ayunado o no, pero sí nos pedirá cuentas:

De si hemos sido felices.

Si hemos amado a los demás.

Si hemos hecho felices a los otros.

Si hemos vivido la fiesta del Evangelio.

Si hemos sonreído hoy a los demás.

Si hemos sacrificado lo nuestro para que los otros se lo pasen mejor.


A Jesús le importa más:

La alegría de su compañía.

La alegría de la novedad del Evangelio.

La alegría de sentirlo a El mismo como la razón de nuestra alegría.


Es posible que todavía hoy no falten quienes se escandalizan de que no ayunemos.

Pero no se escandalizan de vernos tristes,

No se escandalizan de que ofrezcamos una imagen gruñona de Dios.

No se escandalizan de vernos cristianos, siempre con dolor de estómago.

Personalmente, prefiero ser testigo de la alegría, que ser testigo de un estómago con hambre. Porque estoy seguro de que a Dios le encanta más mi sonrisa que mis ayunos.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario Tagged: alegria, amor, ascetismo, mortificacion, penitencia
23:11

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