Estaba en el oratorio de Gaztelueta haciendo mi examen de conciencia de cada noche cuando he recibido el siguiente e-mail: lo firma mi tocayo Enrique.
Ha fallecido mi tío Julio, hermano de Joe . No sé si le conocía. ¡El cielo se está llenando de santos!, que es lo suyo, desde luego, pero aquí la sensación de soledad se hace cada vez mayor.
Sí que lo conocía bien, querido Enrique, y desde ahora le encomendaré unas cuantas gestiones que tengo pendientes. Don Julio ha sido siempre un sacerdote ejemplar, entregado a Dios y a sus hermanos, con la sonrisa --marca de fábrica-- de los González Simancas.
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