“Cuando Marta se enteró de que llegaba a Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. (Jn 11,19-27)
Dios parece no tener nuestras prisas.
Pero Dios no falla.
Nosotros puede que tengamos la impresión de que Dios siempre llega tarde, cuando ya no lo necesitamos.
Y sin embargo, Dios siempre llega a tiempo.
A tiempo, no para lo que nosotros queremos.
Pero sí a tiempo para lo que él quiere hacer en nosotros.
La figura de Marta es significativa:
A pesar de todo, le sale al encuentro.
Le sale al camino a esperar su llegada.
Es sincera en sus sentimientos.
Su amistad con Jesús no le impide decirle lo que siente y piensa:
“Señor, si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano”.
Tiene la suficiente confianza y decisión para expresarle su queja.
Tiene la suficiente sinceridad para abrirle la desilusión de su corazón.
Pero además, Marta, a pesar de sus sentimientos de frustración, sigue creyendo en las posibilidades de Jesús:
“Sé que lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”.
En el fondo manifiesta que no ha perdido la esperanza.
Sigue creyendo que Jesús puede cambiar las cosas.
Sigue creyendo que Jesús puede devolverle la vida al hermano.
Es un sufrimiento lógico la muerte del hermano.
Es un sufrimiento lógico su queja de que Jesús no haya hecho nada por Lázaro.
Pero, aún así, no es un sentimiento de desesperación.
Es un sentimiento abierto a la esperanza.
“Se que puedes pedir a Dios que Lázaro vuelva a la vida y que Dios te lo concederá”.
En el fondo, Marta intuye el posible milagro de la resurrección de su hermano.
Marta presiente que no todo está acaba, aunque hayan pasado ya cuatro Dios.
Sigue creyendo en las posibilidades de Dios.
Y sigue creyendo en las posibilidades de la oración de Jesús, “lo que pidas”.
Bello y doloroso modelo de la fe.
Su fe en Jesús está por encima del sufrimiento de la muerte del hermano.
Su fe en Jesús es capaz de creer que la vida puede volver a florecer.
No se deja hundir:
Ni por la desilusión.
Ni por el sentimiento de romper la amistad con Jesús.
Ni por la desilusión de la muerte.
Su corazón sufre, pero no se ha dejado aplastar.
Su corazón sufre, pero su fe es capaz de mantenerlo vivo en la esperanza.
Hermoso ejemplo:
Para cuantos nos vemos desilusionados de Dios.
Para cuantos nos vemos adoloridos de nuestros fracasos.
Para cuantos nos vemos desilusionados de nuestra amistad con Dios.
Es la fortaleza del corazón femenino.
Es la fortaleza de la fe de la mujer en la Iglesia.
Es la fortaleza de la fe que no pierde la esperanza de que la Iglesia volverá a florecer.
Es la fortaleza de seguir creyendo en el poder de la oración.
Es la fortaleza de seguir creyendo que para Dios nada hay imposible, ni la muerte.
Es la fortaleza de no encerrarse en su dolor y sale al encentro de Jesús.
Es la fortaleza de pedir el milagro de la vida.
La Iglesia necesita de ese “genio femenino” que dice el Papa.
La Iglesia necesita de esa presencia femenina para renovarse.
La Iglesia necesita de esa presencia femenina que haga el milagro de una nueva primavera.
Clemente Sobrado C. P.
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