19 de julio.

La-caña-cascada-no-la-quebrará


1. (Año II) Miqueas 2,1-5


Durante tres días vamos a escuchar al profeta Miqueas, cuyo nombre significa «quien como Dios». Vivió en tiempos de Acaz y Ezequías, y por tanto fue contemporáneo de Isaías, llamado por Dios para hacer oír su palabra en los difíciles tiempos anteriores a la ruina de Judá.


De este profeta conocemos, sobre todo, su oráculo sobre Belén (5,1), que leemos en el Adviento, porque anuncia que de este pequeño pueblo saldrá un caudillo que apacentará a todo el pueblo de Israel (Mt 2, 6). Aquí se nos presentan unas páginas acerca de la situación histórica de su pueblo.


a) Miqueas se enfrenta con los poderosos de su época y denuncia con valentía sus despropósitos: abusan del poder, traman iniquidades, codician los bienes ajenos, roban siempre que pueden, oprimen a los demás, son idólatras de sí mismos.


Y les anuncia el castigo de Dios: les vendrán calamidades sin cuento y serán objeto de burla por parte de todos, cuando caigan en desgracia.


b) Los peligros del poder y del dinero siguen siendo actuales. También en nuestro mundo nos enteramos continuamente de atropellos contra los débiles, de injusticias flagrantes, de abusos cínicos por parte de los poderosos.


Basta leer las llamadas continuas de los Papas por una justicia social en el mundo; por ejemplo en las valientes páginas de la encíclica de san Juan Pablo II «Sollicitudo reí socialis», de 1987. O las voces proféticas de tantos misioneros, eclesiásticos o laicos, cristianos o, simplemente, personas honradas, en muchas partes del mundo. Últimamente un claro ejemplo de esta valentía la aporta nuestro papa Francisco.


No están anticuadas las situaciones que denuncia el salmo: «la soberbia del impío oprime al infeliz y lo enreda en las intrigas que ha tramado… el malvado dice con insolencia: no hay Dios que me pida cuentas».


Una vez más, nos encontramos con que Dios no quiere que separemos el culto litúrgico de la justicia social para con los pobres y débiles. Pocas veces se eleva la voz de los profetas para reclamar un culto más perfecto en el Templo. Casi siempre lo hacen para denunciar la injusticia con las personas, que son imágenes de Dios: «Pero tú ves las penas y los trabajos… a ti se encomienda el pobre, tú socorres al huérfano».


2. Mateo 12,14-21


a) La respuesta de Jesús sobre el sábado, que leíamos ayer, no les gustó nada a los fariseos, que «planearon el modo de acabar con él».


Jesús, aunque intentaba no provocarles innecesariamente, siguió con su libertad y entereza. Ahora bien, este estilo era el que anunciaba Isaías hablando del Siervo de Dios y que ahora Mateo afirma que se cumple a la perfección en Jesús: anuncia el derecho, pero no grita ni vocea por las calles. Tiene un modo de actuar lleno de misericordia: la caña cascada no la quiebra, el pábilo vacilante no lo apaga. Ayer decía aquello de «misericordia quiero y no sacrificios». Él es el que mejor lo cumple can su manera de tratar a las personas.


b) Los que nos llamamos seguidores de Jesús tenemos aquí un espejo en donde mirarnos, o un examen para comprobar si hemos aprendido o no las principales lecciones de nuestro Maestro:


- tenemos que anunciar el derecho, es decir, hacer que llegue el mensaje de Cristo a las personas y a los grupos;


- pero no debemos imponer, sino proponer; no vocear y gritar, coaccionando, sino anunciar motivando, respetando la situación de cada persona en medio de este mundo secularizado y pluralista;


- cuando vemos una caña cascada o un pábilo vacilante, o sea, una persona que ha fallado, o que está pasando momentos difíciles y hasta dramáticos por sus dudas o problemas, la consigna de Jesús es que le ayudemos a no quebrarse del todo, a no apagarse; que le echemos una mano, no para hundirla más, sino para levantarla y darle una nueva oportunidad.


Es lo que continuamente hacia Jesús con los pecadores y los débiles y los que sufrían: con la mujer pecadora, con el hijo pródigo, con Pedro, con el buen ladrón. Es lo que tendríamos que hacer nosotros, si somos buenos seguidores suyos. En este sábado pidámoslo con María, la virgen de sí y de la entrega, refugio de los pecadores.


«¡Ay de los que meditan maldades!» (1ª lectura II)


«No te olvides de los humildes, Señor» (salmo II)


«La caña cascada no la quebrará» (evangelio)




01:09
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