“El les dijo: “Ya ven, un maestro de la ley que entiende el Reino de los cielos, se parece a un dueño de casa que va sacando de sus tesoros lo nuevo y lo antiguo”. (Mt 13,47-53)
En las casas antiguas existen esos baúles llenos de recuerdos del pasado.
Es como la historia de la familia.
Pero esos baúles suelen estar guardados del pasado.
Es un pasado muerto que solo habla del ayer.
Y muchos viven guardando ese pasado como orgullo de familia.
Pero ¿de qué sirve el orgullo del ayer si no sirven para hoy?
Me gusta la reflexión que hace el Papa Francisco a este respeto:
“la Iglesia también puede llegar reconocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, alguna muy arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera y cuyo mensaje no suele ser percibido adecuadamente. Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a transmisión del Evangelio.
No tengamos reparo en revisarlas.
Del mismo modo, hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como cauces de vida.”
Y San Agustín “advertía que los preceptos añadidos por la Iglesia posteriormente deben exigirse con moderación” para no hacer pesada las vida de los fieles y convertir nuestra religión en una esclavitud, cundo la “misericordia de Dios quiso que fuera libre”. (GE n. 43)
Está bien conservar el pasado.
Pero lo importante es sacar del pasado “lo nuevo”.
Quedarnos en el pasado, es quedarnos en lo que ya no es.
Es preciso que el pasado sea como tierra capaz de hacer brotar lo nuevo, la vida.
Jesús cita el pasado.
Pero anuncia lo nuevo.
Jesús no se queda rebuscando el baúl del pasado para repetirlo hoy.
Jesús mira al pasado, pero descubre cómo del pasado brota en lo nuevo.
El Evangelio no es un repetir el pasado.
Sino un darle nueva vida a lo viejo.
La Iglesia no es un museo donde se guarda el ayer.
Sino un museo donde, junto a los cuadros del pasado, exhibe los cuadros de lo nuevos artistas.
El pasado y lo nuevo caminan juntos como hermanos de vida.
El pasado sin lo nuevo está muerto.
Lo nuevo sin lo antiguo queda sin raíces.
Jesús nos habla de “sacar de sus tesoros lo nuevo”,
Pero sin olvidar lo “antiguo”.
No me gustan los que se niegan a que la Iglesia cambie.
Tampoco me gustan los que solo creen que lo único que vale es lo nuevo.
Yo no puedo negar el niño que un día fui.
Pero tampoco quiero quedarme en esa niño de hace tantos años.
Lo que dice el Papa:
Hay cosas que tuvieron su momento.
Pero que, dados los cambios, hoy ya no sirven.
Lo importante es “ir sacado de sus tesoros, lo nuevo y la antiguo”.
Hoy con mis años, no sean curiosos, porque no se los voy a decir, sigo sintiendo el niño que un día fui, pero siento que aquel niño ya no me sirve para vivir hoy.
Es parecido a la semilla:
Comienza por ser semilla.
Pero se hace tallo y luego espiga.
Ni tendremos espiga sin semilla.
Ni tendrá sentido la semilla que no se convierte en espiga.
Clemente Sobrado C. P.
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