“Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abandonados, como ovejas que no tienen pastor. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos; rueguen, pues, al dueño de la cosecha mande trabajadores a recogerla”. ( Mt 9,32-38)
Hay un sentimiento de dolor y frustración en el corazón de Jesús.
Siente pena de ver tanta gente abandonada.
Tanta gente sin atención.
Como si para ellos no hubiese pastores que le presten atención.
Todos nos lamentamos:
De la cantidad de gente que carece de atención.
De la cantidad de gente que carece de pastores.
Pero no sé hasta donde sentimos ese dolor de Jesús.
No sé hasta donde nos sentimos tranquilos, por más que haya poblaciones enteras sin atención pastoral adecuada.
No creo necesitemos hacer sondeos ni estadísticas de cuántos no cuentan con atención pastoral.
Porque nosotros mismos somos testigos de ello.
Pero seguimos haciendo muy bien la digestión.
No nos lamentamos y más bien seguimos tranquilos.
Todos seguimos leyendo que “Dios quiere que todos se salven”.
Pero no nos damos por aludidos de nuestra responsabilidad.
Los últimos años:
En vez de aumentar los pastores, han disminuidos.
En vez de aumentar las vocaciones, son cada vez menos.
Pero no por eso perdemos el sueño.
Y tampoco nos cuestionamos y preguntamos dónde está la causa.
En mi tiempo los seminarios estaban llenos.
Hoy buscamos cómo venderlos porque están vacíos.
Pero, insisto, no perdemos el sueño.
¿Dónde está la causa?
En muchas cosas.
Ciertamente hay menos hijos.
Ciertamente la vida religiosa ha disminuido en las familias.
Ciertamente la vida de los pastores tampoco resulta demasiado atractiva.
Pero, ¿será eso todo?
¿No tendremos mucha responsabilidad nosotros mismos los pastores?
Pedir a Dios “envíe pastores”, cuando nosotros no damos paso a quienes pudieran hacerse responsables del Evangelio?
Hasta me parece como una especie de falta de vergüenza pedirle “envíe pastores” cuando nosotros, no les abrimos camino.
¿No estaremos muros de separación con el Pueblo de Dios?
¿A caso solo nosotros somos la Iglesia?
El Papa Francisco ha hablado claro:
“La evangelización es tarea de la Iglesia. Pero este sujeto de la evangelización es más que una institución orgánica y jerárquica, porque es ante todo un pueblo que peregrina hacia Dios”.(111)
“En muchos lugares escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Frecuentemente esto se debe a la ausencia en las comunidades de un fervor apostólico contagioso, lo cual no entusiasma ni suscita atractivo. Aun en las parroquias donde los sacerdotes son poco entregados y alegres, es la vida fraterna y fervorosa de la comunidad la que despierta el deseo de consagrarse enteramente a Dios y a la evangelización, sobre todo si esa comunidad viva orea insistentemente por las vocaciones y se atreve a proponer a sus jóvenes un camino de especial consagración”. (107)
Pastores que se creen dueños de la mies.
Comunidades que tampoco tienen vida como para entusiasmar a otros.
Pedir a Dios “envíe obreros a su mies” es bueno.
Pero siempre será nuestra vida la que despierte el espíritu evangelizador en todos.
Todos somos responsables de que abunde la mies, y no haya quien se decida a segarla.
Toda la Iglesia es responsable.
Todo el Pueblo de Dios es responsable.
¿Y nos quedaremos tranquilos todos?
¿Y la llamada de Dios que “quiere que todos se salven”, para quien es?
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: oracion, pastores, sacerdotes, vida consagrada, vocaciones
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