“Exclamó Jesús: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga aligera”. (Mt 11,28-30)
Unos amigos míos me invitaron a acompañarlos en su casa de playa “para que descanse unos días”. Agradecí su buena voluntad, pero no acepté, porque no me gusta la playa.
Entiendo que todos necesitamos de unos días de descanso.
El descanso es media vida y sobre todo un buen remedio contra el “estrés”.
Y hoy recibo otra invitación.
También se trata de un amigo.
Solo que este amigo se llama Jesús, alguien que tuvo poco tiempo para descansar.
Pero que tiene todo el tiempo del mundo para que otros podamos descansar con él.
Lo malo es que nosotros:
Tenemos tiempo para irnos a la playa a tomar un tiempo de descanso,
pero no tenemos tiempo para pasarnos un rato con Jesús.
Tenemos tiempo para irnos a respirar a la montaña,
pero no tenemos tiempo para sentarnos como María a escuchar a Jesús.
Tenemos tiempo para irnos al casino a distraernos,
pero no tenemos tiempo para sentarnos con Jesús.
Tenemos tiempo para ver TV o escuchar música,
pero no tenemos tiempo para escucharle a El.
Por eso vivimos siempre tensos, nerviosos, preocupados y ansiosos.
Jesús es nuestro descanso:
Porque “él es manso”, tranquilo.
Porque su “corazón es humilde”.
Y la mansedumbre y la humildad inspiran siempre serenidad y paz.
Un rato de oración, olvidados de los demás quehaceres, y poniendo nuestro corazón en sintonía con el suyo como buenos amigos, es el mejor relax y el mejor descanso.
Con frecuencia acudimos a los médicos para que nos receten un tranquilizante.
Puede calmarnos, pero pasado el efecto químico volvemos a las andadas.
En cambio un tiempo de charla amigable con nuestro amigo Jesús, no cuesta en la farmacia y serena nuestro corazón.
Además, una de las razones de nuestras tensiones está:
En el mal humor de los demás.
Y Jesús siempre tiene buen humor.
En que los demás nos dicen palabras hirientes.
Y Jesús nos habla siempre palabras de bondad y amabilidad.
Y algo bien importante:
Todos andamos tensos porque sentimos el peso de un montón de leyes.
Andamos tensos por esa cantidad de prohibiciones.
Andamos tensos por esa infinidad de cargas que llevamos encima.
Andamos tensos porque todo lo tenemos que hacer a la hora.
Perdonen la expresión, pero con frecuencia, somos “burros de carga”.
Todos tienen derecho a exigirnos.
Todos tienen derecho a imponernos obligaciones.
Todos tienen derecho a amenazarnos si no hacemos las cosas a tiempo.
En cambio Jesús no nos impone cargas pesadas.
Las pesadas las lleva El.
Las livianas nos las regala a nosotros.
No nos impone leyes humanas.
Solo nos impone lo mejor que él sabe hacer: el amor.
Y el que es amado, tiene paz y serenidad.
El que se siente amado, se siente tranquilo.
El que se siente amado, siente la alegría del corazón.
Y a nosotros solo nos impone el mandamiento de amarnos.
Cuanto más nos amamos, menos problemas tendremos.
Cuanto más nos amamos, más fácilmente nos soportamos.
Cuanto más nos amamos, más fácilmente nos comprendemos.
Invitación: descansemos, no impongamos cargas a los demás, seamos humildes y sencillos. Tengamos un corazón grande. Amemos como él somos amados.
Y no abandonemos su compañía.
Todos los días un buen rato sentados a su lado escuchándole.
Y la vida se revestirá de paz, de alegría y de gozo.
La vida se hará más llevadera y no nos pesará.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: agobio, alegria, cansancio, humildad, mansedumbre
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