Hace unos días regresé de un feliz viaje por Israel. Iba como capellán de un grupo de colombianos. Nos acompañaba un sacerdote polaco eremita y una religiosa que era todo dulzura.
Para mí la gran perla de este viaje ha sido el poder estar muchas horas orando en el Santo Sepulcro de Jerusalén. Me sentaba delante del lugar exacto de la Resurrección y leía al profeta Isaías. Allí veía todas las profecías cumplidas. Era maravilloso poder levantar la vista y repetirme: allí, justo allí delante, resucitó.
Además, uno de los días tuvimos la inmensa suerte de que abrían la basílica por la noche. La iglesia del Santo Sepulcro por la noche es un mundo completamente diverso.
También nos bañamos (flotamos) en el Mar Muerto. En Belén, pude rezar varias horas con toda tranquilidad en la basílica. Los escritos de Valtorta fueron una compañía constante. El grupo de colombianos (y una venezolana) era encantador. La comida en todos los hoteles fue estupenda. En el último hotel fue más que estupenda. Dudo mucho que el rey Herodes comiera tan bien como lo hicimos nosotros.
Bueno, mañana os contaré más cosas, hoy tengo mucho mucho sueño. Buenas noches.
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