En la entrada de ayer sobre la oración teresiana, una persona ha escrito una pregunta en los comentarios. Dice así: «Padre Eduardo: Aunque he leído el libro de las Moradas entero, no llego a comprender qué significa “contemplar” en la oración. ¿Podría explicarlo con palabras fáciles para los que somos más torpes?».
Comienzo recordando que tanto santa Teresa de Jesús, como san Juan de la Cruz dicen que todos sin excepción estamos llamados a la «contemplación», a la vida «mística».
También es verdad que los dos distinguen entre la vida mística y las experiencias místicas extraordinarias, que Dios concede a quien quiere y cuando quiere, y que no pueden ser provocados por el hombre. Las experiencias extraordinarias son muy raras, pero la vida «mística» es una vocación universal.
A veces pensamos que la «contemplación» y la «mística» son un modo de vida reservado a unos pocos agraciados con fenómenos extraordinarios. Pero santa Teresa y san Juan insisten en que todos estamos llamados a la «mística» (es decir, a hacer experiencia del misterio, de Dios) y a la «contemplación» (que es el modo más auténtico de ver la realidad, no quedándonos en las apariencias, sino buscando el sentido último de las cosas en Dios).
De hecho, el término griego «theôria» (que traducimos por «contemplación») está compuesto por las palabras «Theos» (que significa «Dios») y «horao» (que significa «ver»). Por lo tanto, la «theôria» o «contemplación» es el esfuerzo del hombre para ver a Dios en la vida, para descubrirle presente en todo lo que existe.
«Contemplar» es ver más allá de las apariencias, no quedarse solo con la primera impresión de las cosas y acontecimientos, sino descubrir su sentido último, a la luz de Dios. Es conocer la realidad en profundidad.
El conocimiento contemplativo no se queda con las apariencias y descubre el significado más profundo de las cosas y de los acontecimientos. Consiste en mirar la vida con limpieza y sin prejuicios. Se cumplen, así, las palabras de Jesús: «Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8).
No sé si he conseguido clarificar el término, pero quiero subrayar que «contemplar» es aprender a mirar con profundidad la vida, el mundo y mi historia, descubriendo en todo la presencia de Dios. El Señor, en su misericordia, nos lo conceda a todos.
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