Nos cuesta descubrir que la vida, con sus sorpresas, rompe nuestros planes // Autor: Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Nos gusta vivir con libertad, escoger nuestros pasatiempos, ir con quienes amamos y disfrutar del sol en el verano y de la nieve en el invierno.
Nos cuesta someternos a otros, o descubrir que la vida, con sus sorpresas, rompe nuestros planes.
Un accidente, la enfermedad de un familiar, un despido en el trabajo, nos impiden el vuelo y, tal vez, nos dejan una sensación de frustración, de fracaso, al no poder realizar nuestros sueños.
Las sorpresas de la vida son muchas. A veces parece que hay más sorpresas que "normalidades". Otras veces, las cosas siguen su curso de siempre. Nos hacemos la ilusión de que todo está bajo control y, de repente, lo inesperado salta, y quedamos llenos de angustia, tal vez paralizados, sin saber qué hacer.
Si miramos a fondo, detrás de los imprevistos se escribe una historia que no siempre comprendemos.
Un despido puede convertirse en la ocasión para encontrar un trabajo mejor. Una calumnia nos hace recordar que tal vez nosotros hemos dañado a otros con nuestras palabras. Una reprensión abre los ojos a nuestros defectos y nos permite valorar las cosas con menos egoísmo y con más sencillez.
No siempre es fácil descubrir lo bueno que se esconde en las aventuras de la vida. Lo negro destaca sobre el folio, pero lo blanco domina en muchas superficies.
El mal hace noticia, pero el bien escribe la historia. El dolor nos angustia y nos desconcierta, pero muchos pueden descubrir a Dios en la cama de un hospital.
La traición nos llena de amargura, pero por encima de ella hay quien nos ama y confía en nosotros, a pesar de todo.
Es difícil ponerse en manos de Dios si queremos llevar la vida según nuestros proyectos, como si todo dependiese de nosotros. Es muy fácil, en cambio, confiar en Él si descubrimos que nos ama.
Dios tiene planes que nosotros no podemos comprender. Algún día, cuando se deshaga nuestra tienda mortal, comprenderemos.
Ahora caminamos con la lámpara de la fe. Con ella se iluminan las tinieblas y se suavizan los dolores. Y cada amanecer nos recuerda el cariño de un Dios que viste a las flores silvestres y hace cantar a los jilgueros.
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