Por fin les mandó a su hizo diciéndoles: “Tendrán respeto a mi hijo”. Se dijeron: “Este es el heredero: lo matamos y nos quedamos con la herencia”. (Mt 21,33-43)
Una parábola llena de interrogantes y cuestionamientos.
La Iglesia es una viña plantada por el Señor.
El mundo es una viña plantada por el Señor.
Una Iglesia y un mundo que nos lo arrendó a todos nosotros.
Pero Dios no renuncia a que le demos los frutos que le corresponden.
Pero la tentación del poder es grande en nosotros.
La tentación de hacernos dueños de todo es muy grande en nosotros.
No nos importa el daño que podamos hacer a los demás.
No nos importa ni siquiera matar al Hijo, con tal de hacernos dueños:
Dueños de la Iglesia.
Dueños del mundo.
No nos importa matar a Dios con tal de adueñarnos de todo.
El ansia de tener no tiene límites.
No nos importa que los demás queden sin nada.
Lo que importa es nuestro egoísmo de tener y adueñarnos de todo.
Los demás no nos importan.
Ni siquiera nos importa Dios.
Nuestra ansia de tener nos hace prescindir de Dios.
Puede que sigamos diciendo que creemos en él, pero en realidad vivimos bien sin él.
Esta es la razón por la que:
Hay tanta hambre en el mundo.
Hay tantos pobres en el mundo.
Hay tantos que se mueren de hambre en el mundo.
No es que la viña del mundo no dé frutos.
Lo que sucede es que nosotros los queremos todos para nosotros.
No apedreamos ni apaleamos a los demás.
Simplemente nos olvidamos de que existen.
Exhibimos sus fotos en los periódicos, pero nosotros seguimos igual.
Y tampoco la Iglesia está exenta de esta tentación.
La tentación de pensar que la Iglesia es nuestra.
Y nos olvidamos de que la Iglesia es de Jesús.
Durante años los sacerdotes nos hemos adueñado de la Iglesia.
La Iglesia éramos los sacerdotes, Obispos, monjas y el Papa.
A los laicos les permitíamos estar en la Iglesia, en “nuestra Iglesia”.
Felizmente, a partir del Concilio se ha ido creando la conciencia de que la Iglesia es de Jesús y todos los demás somos simples administradores.
El Papa Francisco en su visita a Asís quiso insistir en ello.
“Es una buena ocasión para hacer una invitación a la Iglesia a despojarse, ¿Pero la Iglesia somos todos! ¡Todos! Desde el primer bautizado, todos somos Iglesia y todos debemos ir por el camino de Jesús, que recorrió el camino del despojamiento. El mismo. Se hizo siervo, servidor; quiso ser humillado hasta la Cruz”.
También las mujeres son Iglesia, ¡aunque hasta ahora eran como la “empleadas domésticas” en la Iglesia!
El papa Francisco destacó el importante papel de las mujeres para transmitir la fe, recordando que fueron elegidas para ser primeros testigos de la Resurrección de Cristo”, durante la audiencia general que celebró en la Plaza de San Pedro. Destacó el papel “fundamental” que las mujeres tuvieron en el anuncio de la Resurrección y cómo Dios las eligió para dar el primer testimonio, a pesar de que según las leyes de entonces no podían dar “testimonios fiables”. Y en otro momento habló de que la Iglesia no puede existir sin “el genio femenino”.
Aquí no hay “dueños de la Iglesia”. Todos somos viña y viñadores. Todos tenemos que dar frutos de salvación en la Iglesia. ¡Se acabaron los dueños especiales!
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A, Cuaresma Tagged: asesinos, iglesia, jerarquia, laicos, muerte, parabola, testimonio, viñadores
Publicar un comentario