Bocadillos espirituales para vivir la Cuaresma: Sábado de la 2 a. Semana – Ciclo A

“Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó a pasar necesidad. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos. Y se dijo: “¡Cuantos trabajadores en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre! Ahora mismo me pondré en camino e iré a la casa de mi padre, y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus trabajadores. Cuando estabas todavía lejos, su padre lo vio y se conmovió y corrió a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos”. (Lc 15,1-3.11-32)



La parábola del hijo pródigo es:

La “Parábola de Papá”.

La parábola del corazón de Dios Padre.

La parábola del amor del corazón de Dios.

La parábola del perdón de nuestro Padre Dios.


Pero también la parábola de cada uno de nosotros.

Que estando en casa no sabemos descubrir el corazón del Padre.

Que estando en casa no sabemos valorar el calor del amor del Padre.

Que estando en casa nos aburrimos.

Que estando en casa pensamos que fuera somos más libres.

Que lejos de casa podemos ser más felices.

Que estando en casa le pedimos a Dios nos devuelva la libertad para hacer de nuestra vida lo que nos venga en ganas.

Que estando en casa no valoramos lo que es vivir en gracia.

Que estando en casa añoramos más el pecado como camino de felicidad.


Por eso, Padre, permíteme que hoy te hable de mi experiencia.

Te hable de mis sentimientos.

Porque necesito de tus abrazos y de tus besos.

Porque necesito me permitas sentarme de nuevo a tu mesa.

Porque eres el padre más maravilloso:


Un día sentí que me faltaba

El calor de tus brazos.

Sentí el frío de no contar con ellos.

Un frío que enfría el alma.

Me creí libre de ti, Padre, andando solo sin Ti.

Y me encontré esclavo de mí mismo.


Sentí la soledad, aunque estaba con todos.

Sentí la tristeza, aunque todos se reían.

Sentí el vacío, y todos me parecían felices.


Hoy vuelvo a Ti, Padre mío.

Necesito que tus brazos me estrechen.

Necesito que tus brazos estrechen mi cuello.

Necesito que tus besos calienten mis mejillas.

Necesito que tu corazón me devuelva la alegría.


Necesito que tu calor se lleve mío.

Necesito sentir que me vuelves a llamar hijo.

Necesito sentir el calor de tu pecho.

Necesito sentir el silencio del no reproche.

Necesito sentir que me invitas a tu mesa.

Necesito sentir la alegría de la fiesta que organizas.

Necesito sentir que me abres la puerta de par en par.

Necesito sentir que me defiendes contra el desamor de mi hermano.

Necesito sentir que hoy me dices:

“Entra. Esta es tu casa”.

“Ponte cómodo y hagamos fiesta”.


Pero Padre, no me siento bien mientras esa silla esté vacía.

Quiero ver a mí hermano sentado a mi lado.

Quiero ver que la familia que yo he roto vuelve a construirse.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo A, Cuaresma Tagged: hijo, misericordia, padre, parabola, pecado, perdon, prodigo, reconciliacion
03:40

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