El liderazgo de Cristo es paradójico: no sigue la lógica del mundo sino la de Dios |
No puede haber una imagen menos atractiva para el mundo moderno que la que propone Jesús para identificar a sus seguidores. Sed mis ovejas, dejaos pescar por mí.
Así, a simple vista, parece que habría que darle la razón a quien sostuvo que la moral cristiana es una moral de esclavos. Y no hay nada más lejano a la idea de líder que la del esclavo. El esclavo carece de libertad y es incapaz de guiar a nadie hacia ningún sitio. En todo caso, el único liderazgo que se le podría conceder es el de llevar a sus compañeros de esclavitud hacia la libertad.
Y por ahí van los tiros.
Moisés fue el líder de un pueblo de esclavos y los llevó hacia la Tierra de promisión.
Jesús es el líder de un pueblo compuesto por reyes, sacerdotes y profetas.
Moisés es sólo figura de Cristo, así como Israel lo es de la Iglesia, el verdadero pueblo de Dios.
Cristo es un líder paradójico: es el cordero llevado al matadero, manso y humilde de corazón, que invita a sus seguidores a aprender de él precisamente estas características: la mansedumbre y la humildad. Pero se equivocarían quienes piensan que Jesucristo es el líder de un pueblo de esclavos. Precisamente sucede justo lo contrario. Son esclavos quienes permanecen en el mundo, desconociendo cuál es su condición de hijos de Dios, y su vocación a la santidad y al señorío de la gracia. Esclavos son del miedo a la muerte y de lo que ese miedo lleva consigo. En cambio, quienes creen en Jesucristo quedan libres de esos miedos y son salvados por él. A partir de ese momento, los fieles constituyen -en virtud del Bautismo- un pueblo de reyes, una raza sacerdotal, una comunidad profética.
Todos los fieles son señores, auténticos líderes. Pero lo son en la medida en que están dispuestos a seguir los pasos de Cristo -llevando amorosamente la cruz de cada día- y a aprender de él la mansedumbre y la humildad de corazón. Si no lo hicieran así dejarían de ser líderes cristianos, para convertirse en esclavos del poder, según la lógica del mundo.
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