1965 Y LOS COMIENZOS DE LA REFORMA LITÚRGICA
Como testigo de excepción del Concilio Vaticano II en cuanto que sacerdote y periodista, José Luis Martín Descalzo nos describe el entusiasmo con el que la reforma litúrgica se empezó a aplicar en toda la iglesia en el año 1965. En su libro que ya antes hemos citado en este blog, “Un periodista en el Concilio” (1966), después de reconocer que el balance conciliar del año 1964 con respecto a la novedosa reforma fue poco positivo a causa de “tensiones, atascos, frenazos”, cuando se propone hacer un balance del año 1965 no puede por menos de reconocer que si bien “ante las primeras dificultades temíamos un atasco, nos equivocamos. Ya está en pleno vuelo la golondrina litúrgica como anunciadora de una gran primavera”.
Y explica Martín Descalzo que “La verdad es ésta: que por encima de todas las vacilaciones, por encima de todas las polémicas y de algunas exageraciones, quien contemple las cosas con objetividad ha de ver en la reforma litúrgica un éxito total. Incompleto aún y tartamudeante como el de todas las cosas que nacen, pero éxito indiscutible y jubiloso.”
No es una opinión suya personal, sino que refleja las noticias que de todo el mundo han ido llegando a Roma sobre la reforma litúrgica en el transcurso del año. Y como muestra un botón: Sucedía el Jueves Santo de aquel año, a la puerta de la catedral de Yaundé: por primera vez se celebraban en el Camerún los ritos pascuales en la lengua del país. Lecturas, himnos, todo quedaba al alcance de la comunidad negra que oía en su lengua lo que antes apenas lejanamente vislumbraba. Y el joven arzobispo monseñor Zoa salía radiante de su catedral cuando una viejecilla se echó en sus brazos, le abrazó y le besó entre lagrimas, mientras decía: “Hijo mío, tú has puesto todas estas cosas a nuestro alcance!”
En aquellos comienzos de la reforma litúrgica -no siempre fue así en los años sucesivos- las noticias que llegaban de muchos países eran de satisfacción y alegría, como se puede ver en algunos ejemplos que el periodista cita:
Estados Unidos: “Nuestro pueblo -escribió por aquel entonces el cardenal Ritter- ha recibido con entusiasmo la renovación litúrgica y espera con optimismo la evolución litúrgica en camino.” Y el Cardenal Cushing escribió: “La celebración de la liturgia en lengua del pueblo es ya un éxito”.
México: “Las reformas litúrgicas -escribió aquel año uno de sus semanarios católicos- son las que el pueblo ha aceptado y comprendido mejor y con mas agrado”.
Portugal: Afirma Martín Descalzo que en aquel país “hemos podido constatar un gran entusiasmo por la reforma litúrgica. También sobre este aspecto es sobre el que más se había trabajado y el que se preparó mejor.”
Bolivia: Por todas partes, en pueblos y ciudades, las reformas litúrgicas habían sido recibidas con verdadero entusiasmo.
Brasil: “Estamos comprobando -escribieron aquel año los obispos del país- un interés creciente por la Palabra de Dios, a la que las nuevas ceremonias habían devuelto su lugar de honor”.
Inglaterra: Aquí se esperaba con una cierta tensión la reforma, explica Martín Descalzo. Durante siglos, lo único que diferenciaba la liturgia católica de la anglicana era el latín, que se había convertido en un signo de fidelidad a Roma. Y varios grupos intelectuales del país habían presentado esta reforma como una especie de protestantizacion del catolicismo: “Una fecha trágica”, decían. Pero los hechos no les dieron la razón: “La experiencia litúrgica del pasado domingo -escribía el Catholic Herald- ha causado mucha menos confusión de lo que muchos preveían. El pueblo ha demostrado que el cambio no le chocaba en absoluto.” Los simples fieles habían demostrado ser mucho más responsables y estar mucho más maduros de lo que los pesimistas calculaban. Y el paso de los meses no había hecho más que confirmar esta impresión.
Marruecos: “Reconozco con alegría -escribió aquel año el arzobispo de Tanger- que la realidad sobrepasa todas las esperanzas. Tres resultados son ya claros: ha aumentado la asistencia a la misa diaria, ha crecido el número de los que comulgan y se comprueba una pronta y espontanea participación de todos. En una palabra: yo diría que aquí está el dedo de Dios.”
Yugoslavia: La opinión del Episcopado yugoslavo había puesto el dedo en el mismo centro del problema: “Se puede establecer como norma general que allí donde los sacerdotes han tornado los nuevos ritos con amor, celo y prudencia, los fieles han respondido con interés y alegría.”
Canadá: “Aquí -escribió monseñor Nicolet- los sacerdotes han sido generalmente muy favorables al movimiento de renovación litúrgica, y gracias a esto todo ha ido muy bien aquí. Los fieles no solo rezan ya juntos, sino que también cantan acordes en las lenguas vulgares.”
Unión Sudafricana: Menos optimista, a la corta, era monseñor Hurley, quien, con su habitual humor, escribió: “Aquí tenemos algunos sacerdotes aferrados al viejo rubricismo. Pero no vamos a perseguirles por eso. Como conjunto, el clero ha recogido bien la técnica de la nueva liturgia, pero le falta espíritu nuevo. Esto proviene de su formación, que fue demasiado teórica y demasiado individualista. Por eso la verdadera reforma litúrgica tendremos que hacerla en los Seminarios, de cara al futuro.”
Guinea: Aquí, en cambio, monsenor Tchidimbo escribió con alegría que “encuentra un verdadero entusiasmo por la reforma litúrgica entre los misioneros’.
Costa di Marfil: Y este mismo optimismo refleja la carta con la que monseñor Yago presentaba la nueva liturgia a sus diocesanos: “Dios nos pide que cantemos sus alabanzas, le honremos y recemos según nuestra alma africana. Hasta ahora lo llamas hecho según una tradición latina, y los misioneros que nos han traído la buena nueva no podían transmitírnoslo de otro modo. No significa ingratitud hacia nuestros padres en la fe el querer permanecer africanos en nuestras relaciones con Dios, ya que la Iglesia nos recomienda que unamos las riquezas de nuestra tradición a las alabanzas que suben hacia nuestro Padre celestial de todos los pueblos de la tierra.”
Japón: También los países asiáticos reflejaron entusiasmo en sus primeras impresiones: “Los primeros pasos de la reforma -escribieron los obispos Japoneses- han sido acogidos favorable y generalmente con una gran alegría, como un verdadero progreso hacia la participación activa.”
Francia: El país vecino ha sido tal vez el que con mayores tensiones recibió estos primeros pasos. Algunas revistas conservadoras se empeñaron en ver en la nueva liturgia una especie de “palanqueta” del ateísmo para derribar a la Iglesia, pero estas protestas -como dijo un documento episcopal colectivo- han sido “más espectaculares y escandalísticas que numerosas y representativas”. De hecho el balance de la comisión episcopal de liturgia fue plenamente optimista: “La participación activa crece: el pueblo es mucho más que antes un pueblo orante. La satisfacción se registra en un dato significativo: una mayor presencia del pueblo en la primera parte de la misa, habiéndose conseguido una puntualidad que demuestra el interés por la Liturgia de la Palabra, que es escuchada con placer en la lengua viva. El sentido de la Iglesia renace y crece porque se ha comenzado a comprender que la Misa as acción de toda la Iglesia y del pueblo. La dignidad y la verdad de la celebración refulgen con un nuevo esplendor”.
Bélgica y Holanda: Aquí los problemas vinieron más bien de un excesivo afán de innovaciones que obligaron a los obispos a poner la mano en el freno en alguna ocasión. Pero esos abusos fueron mucho menos comunes de lo que cierta prensa tuvo interés en decir. Así lo puntualizaba hace poco monseñor Bekkers: “Si, algunas veces algún laico o algún sacerdote ha perdido la medida. Luego viene la Prensa y hace de ello un motivo de sensacionalismo. Y sale de ahí una visión falsa del catolicismo holandés. Una información que acudiera a fuentes mas series y competentes daría un panorama mucho menos alarmante”.
¿Y en España? En pocos países recibió el pueblo con más normalidad y alegría esta renovación. Hubo pequeños chispazos de polémicas y discusiones, y diversos niveles de aplicación en tales o cuales parroquias o diócesis. No faltaron algunos grupos reticentes, mas como conjunto, el pueblo entendió desde el primer momento la reforma y la recibió con absoluta naturalidad. La revista Ecclesia lo reflejaba así: “Visto el fenómeno en su conjunto, la reacción de nuestro pueblo no puede ser mas alentadora. Siendo, como somos, una cristiandad de corte tradicional, regida en sus costumbres religiosas por un patrón no siempre coincidente con el que ahora nos pide la Iglesia, era de esperar, en principio, una cierta reserva colectiva en la asimilación de los nuevos modelos. Todo lo contrario. Los católicos españoles acogen con visible júbilo la renovación litúrgica en lo que tiene de dinamismo comunitario y de uso de la lengua viva”.
Después de describir este panorama inicialmente muy alentador, Martín Descalzo recuerda que “Y el camino esta abierto”. No le faltaba razón al bueno de d. José Luis, pues el camino estaba en su comienzo, para bien y para mal. Los años posteriores habrían de traer muchas luces y también -sería iluso no reconocerlo- no pocas sombras…
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