“Había un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que esta muriéndose. Jesús le dijo: “Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen”. El funcionario insiste: “Señor, baja antes que se muera mi hijo”. Jesús le dice: “Vuelve a casa, tu hijo vive”. El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba y ya bajando cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. El les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: “Ayer a la una de la tarde lo dejó la fiebre”. (Jn 4,43-54)
¡Qué importante es la fe!
Pero una fe que cree firmemente en la Palabra de Dios.
No es fe de lavandería.
Sino la fe de quien confía plenamente.
Ni siquiera la le pide que baje a Cafarnaún.
Se fía de su Palabra: “Vete a tu casa, tu hijo vive”.
No es nada fácil dejar en casa a su hijo muriéndose, y fiarse de la palabra de Jesús.
¡Con qué facilidad decimos que creemos!
Pero ¿nos fiamos de verdad en la palabra de Jesús?
Leemos la Palabra de Dios y decimos que creemos en ella.
Pero luego no nos abandonamos a sus manos y pedimos gestos que la ratifiquen.
Con frecuencia yo me cuestiono y me pregunto:
¿Cómo es mi fe?
¿En qué consiste mi fe?
¿Cómo expreso yo mi fe?
¿Cómo demuestro yo mi fe?
¿Cómo es mi fe cuando no veo signos para creer?
¿Cómo es mi fe cuando no veo que soy escuchado y lo veo?
Y no olvidemos que:
Estamos hablando de un funcionario real.
Estamos hablando de un hombre pagano.
Estamos hablando de un hombre que no ha tenido formación en la fe.
Pero es un hombre:
Que ha oído hablar de Jesús.
Que ha oído hablar de los signos de Jesús.
Y va a buscarle confiando en el poder de su palabra.
¡Cuanta bondad hay al otro lado de la tapia de la Iglesia!
¡Cuanta fe hay al otro lado de la Iglesia!
¡Cuánta fe hay en muchos que llamamos paganos!
Posiblemente no practiquen nuestra religión.
Posiblemente no vayan a Misa los domingos.
Posiblemente no lean la Palabra de Dios.
Posiblemente no pertenezcan a ningún grupo religioso.
Pero Jesús:
No hace distinción de personas.
No pide partida de Bautismo.
No pide que frecuentemos la Iglesia.
Jesús mira al corazón.
Jesús se fija en la confianza que tienen en él.
Jesús mira la fe que tienen en él, aunque no pertenezcan a ninguna comunidad.
Un pagano que regresa a su casa confiado en lo que se le ha dicho.
No tiene ninguna prueba, hasta que le salen al camino.
No tenemos derecho a juzgar a nadie.
No tenemos derecho a excluir a nadie.
No tenemos derecho a condenar a nadie.
Hasta en los estercoleros se ve con frecuencia florecer una florecilla.
Señor: que no te pida pruebas para creer.
Señor: que crea simplemente en tu palabra.
Señor: que tenga suficiente fe en tu palabra para que pueda ver los signos.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A, Cuaresma
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