Hoy he llegado de El Salvador, donde he estado dando unas conferencias. Es la segunda vez que estoy en ese encantador país. El encuentro con sacerdotes, con fieles llenos de fe, con grupos carismáticos, me ha llenado de alegría: su fe me llena de fe. Los dos obispos con los que estuve fueron amabilísimos hacia mi pobre persona. Y sobre todo hacia los organizadores con los que tuve un trato más directo, diario, tengo una deuda de cariño. Especialmente a Heidi y Copito de Carbón. Aunque cuando yo me enfadaba a Heidi la llamaba Heydrich Himmler. Han sido días muy graciosos llenos de bromas. Especialmente emotivo fue para mí el encuentro con un compañero de mi seminario.
Tras doce horas de agradable vuelo en el que pude dormir todo el tiempo, ya estoy de nuevo en mi pequeño mundo complutense, rodeado de mis rutinas, de mis libros en construcción, de las llamadas telefónicas de los amigos.
Estos viajes me hacen comprender que mi trabajo literario y teológico ha valido la pena. El rostro de los lectores es la felicidad del escritor.
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