El relato bíblico sobre la Samaritana, se presta a dar una mirada sobre la mujer.
Todas las cosas tienen el anverso y el reverso.
También la mujer.
Lo que vemos de la mujer y lo que no vemos de la mujer.
Posiblemente conozcamos más lo que vemos que lo que no vemos de ella.
Corremos el peligro de quedarnos en su exterior y perdamos la riqueza de lo interior.
La mujer tiene un alma y espíritu muy fino que, con frecuencia, los hombres ni nos damos cuenta.
Por eso también es más sensible a los valores espirituales.
Es mucho más fina en sus sentimientos.
Ve lo que los hombres no vemos.
Siente lo que los hombres no sentimos. Y percibe los sentimientos de los demás que los hombres no percibimos.
Sería una mentira decir que la mujer es espiritual y el hombre material.
A la mujer no podemos destruirla dividiéndola.
También ella es cuerpo y es alma.
Es materia y es espíritu.
A poco que miremos a la realidad pudiéramos decir que la fe y los valores del Evangelio, y el mismo Dios han pasado a la historia más a través de la sensibilidad femenina que de la actividad masculina.
Sólo ella tiene ese tino para ir sembrando en el corazón del niño la experiencia de Dios.
Y sólo una mujer fue capaz de arriesgarse a decir sí a Dios en el misterio de la encarnación.
Y sólo una mujer fue capaz de correr el riesgo de una maternidad que nadie podía entender.
Sólo ella fue capaz de decir “sí”, aun sin entender nada.
No por irracionalidad, sino por la racionalidad del amor del corazón.
Porque también el corazón tiene razones que la mente no siempre entiende.
Un mundo sin rostro femenino sería un mundo sin alma.
Una Iglesia sin el rostro femenino sería una Iglesia demasiado fría y calculadora y legalista.
Una familia sin el rostro de la madre es una familia a la que le falta el calor.
El alma de la mujer lo abarca todo. El alma femenina lo penetra todo y le da vida a todo.
Durante siglos hemos visto a Dios como “Padre” y lo es.
La sensibilidad moderna está logrando devolverle a Dios el rostro femenino.
Porque si Dios necesitó de una mujer madre para engendrar a su Hijo, Dios también necesita de la mujer para revelar su rostro maternal y femenino.
El papa Francisco destacó, durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro el importante papel de las mujeres para transmitir la fe, recordando que fueron elegidas para ser primeros testigos de la Resurrección de Cristo.
Destacó el papel “fundamental” que las mujeres tuvieron en el anuncio de la Resurrección y cómo Dios las eligió para dar el primer testimonio, a pesar de que según las leyes de entonces no podían dar “testimonios fiables”.
Y subrayó la importancia de esta decisión pues “si hubiera sido un hecho inventado, no se habría dejado al testimonio de las mujeres”.
Las mujeres “son impulsadas por el amor y saben recibir este anuncio con fe: creen e inmediatamente lo transmiten, no se lo guardan para sí. La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena sus corazones no se puede contener. Esto debería suceder también en nuestra vida”, añadió.
El pasado 13 de marzo, el Papa dejó de lado sus papeles e improvisó: “Esto es bello, porque es un poco la misión que tienen las mujeres, las madres, las abuelas, el llevar este testimonio a sus hijos y nietos”.
En otro momento, el Papa Francisco, llamó la atención de la necesidad que tiene la Iglesia de contar con “con el genio femenino”. Las mujeres “deben tener mayor espacio y una presencia más incisiva” en la Iglesia católica.
Reconoció que ya hay mujeres que comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, pero también reconoce que es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia.
“Porque el genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social, por lo que se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales”. Para el papa “las reivindicaciones legítimas” de los derechos de las mujeres sobre su igualdad con los hombres plantean a la Iglesia profundas preguntas “que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente”, y recuerda que “una mujer, María, es más importante que los obispos”. Y el papa lanza un desafío a los “pastores y a los teólogos” para que ayuden “a reconocer mejor lo que esto implica con respecto al posible lugar de la mujer allí donde se toman decisiones importantes, en los diversos ámbitos de la Iglesia”.
Jesús pidió de beber a la Samaritana.
También hoy la Iglesia pide a las mujeres una presencia femenina mayor.
¿Estará preparada la Iglesia para beber el agua de la mujer?
¿No seguirá contando con el agua de los hombres?
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A, Cuaresma Tagged: mujer, samaritana
Publicar un comentario