En los próximos días, voy a dedicar varios posts al tema del candelabro de los siete brazos y la liturgia cristiana. Éste es el primero de ellos.
La menorá es el candelabro de siete brazos que había en el Templo de Jerusalén tras el primer velo. Vengo observando, desde hace pocos años a esta parte, la proliferación de menorás en iglesias y sacristías. Es un fenómeno muy incipiente, pero que sin duda se va extendiendo.
Soy muy comprensivo con este fenómeno, porque, en el fondo, lo que quieren expresar con tal cosa son las raíces judías del cristianismo.
Es un asunto sujeto a distintas opiniones qué simbolizaba en concreto la menorá del Templo. Pero si simboliza los siete días de la Creación, no debemos olvidar que los Santos Padres enseñaron que Cristo es el Octavo Día de una nueva creación divina, el primer día de la creación espiritual de los tiempos de la Nueva Alianza.
No tenemos ninguna constancia de que los cristianos colocaran nunca menorás en sus basílicas, sino que tenemos muchos indicios justamente de una dirección litúrgica que iba justo en dirección contraria. Colocar una menorá en una basílica, hubiera sido visto como un deseo de retornar a los usos del culto de la Antigua Alianza. Y eso hubiera sido rechazado, porque vemos en el cristianismo primitivo una expresa voluntad de no repetir ni los ritos, ni los ornamentos sacerdotales, ni los elementos del culto presentes en el templo hierosolimitano.
Se quería expresar con claridad que el nuevo sacerdocio cristiano no procedía del sacerdocio aarónico. Basándose en la Carta a los Hebreos, se puede hablar, ciertamente, de un deseo de ruptura. Esa voluntad resulta muy evidente y decidida en el cristianismo imperial. (Seguirá mañana.)
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