Para prepararlo, copio parte de la entrevista que me hicieron el año 1998, en el periódico del Seminario de Sololá, Semetabaj nº 242, sobre la recien publicada biografía, y abundantes fotos, de Mons. Eduardo, fallecido en 1997.
¿Nos puede comentar, P. Ángel, su relación de amistad y trabajo con Monseñor Eduardo Fuentes?
No es fácil resumir diez largos e intensos años, en los que ha habido de todo: momentos felices y momentos duros. Pero lo que nunca olvidaré es la paciencia inmensa de Monseñor Eduardo, su temperamento afable, su confianza ilimitada en mí y en los otros formadores, sus desvelos por el Seminario, su alegría, su cercanía, su sencillez y su gran talla humana y sobrenatural.
¿Qué le motivó a escribir el libro biográfico sobre Monseñor Fuentes?
Desde que llegué a Sololá fui guardando las cartas que Monseñor nos dirigía a los sacerdotes. Siempre pensaba que habría que publicarlas todas juntas, porque son un tesoro de doctrina explicada con una admirable claridad. Su muerte, tan inesperada, tan edificante, y a la que me resulta tan difícil acostumbrarme, me ha dado ocasión para dar a conocer esas cartas. Pensé que insertándolas en su biografía podrían entenderse y valorarse mejor, así como llegar a más gente. Además pienso que en ellas está magníficamente explicado el secreto de su muerte ejemplar y de su vida sencilla, fecunda, y muy apta para ser imitada.
Recomiendo este librito un año más, como medio para acercarse a la figura de Mons. Eduardo Fuentes. A los que tuvimos la suerte de conocerlo y convivir con él nos lo recordará gratamente y a quienes no le conocieron les dará la oportunidad de acercarse a él y descubrir su sencillez y su grandeza.
NNos
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