Yo siempre he tenido como modelo el ideal de la polis ateniense purgada de todos los defectos que concurrían en esa democracia concreta. En una sociedad de hombres libres e iguales, como la que yo deseo, un rey sólo tiene lugar como figura decorativa, ornamental y embellecedora de protocolos. Dicho con otras palabras, nunca he sido monárquico. Aunque en cine, siempre las películas de monarcas son de las que más me gustan. Pero también me gustan las películas de ciencia ficción, y no creo en los marcianos.
Pero reconozco que a los católicos tradicionales, la figura de la monarquía les resulta muy naturalmente agradable por sus resonancias históricas y estéticas. El católico tradicional siente una cierta y difusa tendencia natural a amar la monarquía.
Pero el actual rey abdicante ha tenido sumo cuidado, desde el principio de su reinado, en desapegarse todo lo que ha podido de los obispos. Públicamente, ha mantenido los contactos mínimos con la religión y sus ceremonias, para no caer en lo que ya hubiera sido excesivamente chocante. Por toda esta imagen de desafección, todo el apoyo que hubiera podido tener entre los católicos tradicionales lo perdió por completo casi desde el principio.
Por eso, la Conferencia Episcopal Española ha emitido un comunicado formal, neutro y respetuoso. Como tiene que ser. Como no puede ser de otra manera. Bien hecho. Pero aquí, en este blog, me puedo permitir el decir lo que todos pensamos: los católicos le decimos adiós a ese hombre campechano sin ninguna pena.
Le decimos adiós sin ninguna pena y sin ninguna esperanza respecto al futuro. Pues ha colocado a la institución a la que representa en tal situación de neutralidad respecto a los intereses del Reino de Dios, que si se hunde del todo, no derramaré ninguna lágrima, ni pequeñita.
Y eso que un antepasado mío en Huesca ayudó a un rey de Aragón en no sé qué batallas. Batallas al estilo de Braveheart, porque mi abuelo era herrero. Pero tengo el escudo de piedra en mi casa y mi tía tiene el documento que atestigua el hecho. También estoy seguro de que ni una sola gota de aquellos reyes de Aragón corre por las venas del monarca abdicado. Aunque casi lo prefiero, porque menudos pájaros eran no pocos de esos reyes.
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