Ayer comenté que me hizo gracia el comunicado de la Conferencia Episcopal ante la abdicación del Rey. Quiero dejar claro que yo, en su situación, hubiera hecho lo mismo. Exactamente lo mismo. Una declaración correcta como la que emitieron.
Pero es que esto de los comunicados de este tipo, es la cosa más aburrida y previsible del mundo. Son un poco como la paja de relleno del colchón. Estos comunicados de toda la vida están por definición confinados a no salir nunca de los límites del aburrimiento. Da la sensación de que ya todos están escritos y que sólo eligen el que toca cada vez. Como si la cosa funcionase así:
Ha abdicado el Rey: comunicado nº 34 con sonrisa y aire de simpatía.
Ha muerto Kin Jong Un: pésame nº 84, el tipo B, con aire serio y neutro, sin dar pie a interpretaciones.
Ha muerto Godzilla: comunicado standard nº 27.
Aterrizan los marcianos enfrente de la Casa Blanca: comunicado 89 que da sensación de serenidad, de que aquí no pasa nada y que todo sigue igual.
Seccionan la cabeza del rey en las Tullerías con regocijo de los parisinos: comunicado 78 con aire serio y un cierto gesto de que estas cosas son graves.
Insisto en que los pobres de la Conferencia Episcopal estaban condenados de antemano a jugar este papel neutro en una obra de teatro anodina sobre un escenario previsible. Si uno quiere encontrar algo fresco y vivo, tiene que irse a Borges y escuchar cosas como la que le dijo, una vez, a un entrevistador:
¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte? Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad.
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