3 de mayo – Veneración de la Santa Cruz
Santos Felipe y Santiago
“Le dice Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí, Si me conocéis a mí conoceréis también al Padre. Desde ahora le conocéis y le habéis visto. Le dice Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. Le dice Jesús: “Tanto tiempo estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras”. (Jn 14,6-14)
En el Perú celebramos hoy la Veneración de la Santa Cruz, que aquí llamamos “La Cruz de mayo” de gran arraigo popular en la piedad popular.
Sin embargo, nosotros vamos a comentar la memoria de los Santos Felipe y Santiago por su carácter universal.
Un diálogo lindo entre Jesús y Felipe.
En primer lugar Jesús hace una confesión de sí mismo:
“Yo soy el camino la verdad y la vida”.
“Nadie va al Padre sino por mí”.
Al Padre se le conoce conociendo a Jesús.
Jesús se extraña de la pregunta de Felipe luego de tanto tiempo que han vivido con él.
Jesús quiere insistir:
En la relación íntima entre él y el Padre.
El uno está en el otro y forman una comunión de vida.
Jesús reconoce que él no obra por sí mismo sino dependiente siempre del Padre.
En nuestra vida espiritual:
Solemos establecer una división en Dios.
Hablo con Jesús, ¿pero siento que estoy hablando a la vez con el Padre?
Cuando hablo con Jesús en mi oración, ¿siento que estoy hablando también con el Padre?
Cuando comulgo, ¿siento que estoy entrando en comunión con el Padre y el Espíritu Santo?
Nuestra vida cristiana es trinitaria.
Y no podemos dividir al Padre del Hijo y del Espíritu Santo.
Jesús es el camino: pero es el camino que nos lleva a la experiencia del Padre.
Jesús es la verdad: pero es el camino de la verdad del Padre.
Jesús es la vida: pero es el camino por el que participamos de la vida del Padre.
Jesús se lamenta ante Felipe de que “viéndole a él no hay visto al Padre”.
Yo me pregunto hasta dónde nuestra vida de fe es una vida centrada en el Padre y en la paternidad del Padre y por tanto en nuestra filiación.
Vivimos una vida trinitaria.
Pero no por partes.
Es una sola vida.
Es una vida centrada en el Padre.
¿No será que hablamos muchos de Jesús, el hijo y muy poco del Padre?
¿No se deberá a todo esto el que:
Vivimos muy poco la experiencia del Padre.
Vivimos muy poco la experiencia de nuestra filiación.
Es posible que vivamos más la “experiencia del Jesús amigo”.
Pero la espiritualidad de nuestro bautismo es:
Una espiritualidad de paternidad.
Una espiritualidad de filiación.
Un espiritualidad de comunión trinitaria.
¿No estaremos viviendo una fraternidad sin Padre?
¿No seguiremos viviendo una espiritualidad de relación con Dios, pero al que no sentimos como Padre?
No hay familia donde no hay padre y madre.
No hay espiritualidad sin paternidad y filiación.
Y por eso, tampoco se entiende el ser cristiano si no es desde la experiencia del amor paterno de Dios.
Jesús aparece siempre como el “enviado”.
Pero ¿no nos quedaremos con el “enviado” y nos olvidemos de quien lo envía?
Jesús “camino”.
Pero el final del camino es el “amor del Padre”, el “designio del Padre”, la “voluntad del Padre”.
Clemente Sobrado C. P.
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