Del Vatican Insider
Un “gesto de delicadeza” para un amigo y colaborador cercano. Pero, sobre todo, el reconocimiento a un pastor de periferia que nunca se jubiló y, a sus 80 años, todavía dirige una capilla en un barrio de una norteña ciudad argentina. Esas palabras resumen la designación como nuevo cardenal de Luis Héctor Villalba, arzobispo emérito de Tucumán, quien no dudó en calificarla como “una atención” del Papa Francisco para su país natal.
Este 4 de enero el clérigo se levantó temprano, en la casa que comparte con su hermana y que se encuentra en la misma arquidiócesis por él guiada durante 12 años. Desde 2011 ya no está al mando, pero decidió permanecer allí y ya no volver a la ciudad donde nació: Buenos Aires. Mientras desayunaba y como todos los domingos, siguió en vivo el Angelus presidido en el mediodía romano por el pontífice compatriota.
Exactamente a las ocho de la mañana vio al Papa en la televisión. Entonces no se imaginaba que su nombre estaría entre los 20 nuevos cardenales que Francisco consagrará en San Pedro el próximo 14 de febrero. La sorpresa lo dejó mudo y tuvo poco tiempo para reponerse. Media hora después debía estar en su iglesia, La Santa Cruz de la calle América –en el barrio Luján- para celebrar la misa.
Ningún feligrés lo felicitó. Nadie conocía la novedad y él prefirió guardar silencio. Más tarde comenzó a recibir llamados telefónicos. La algarabía se transmitió entre los 150 niños cuya catequesis coordina el ahora cardenal, en los grupos de oración y en los voluntarios de Cáritas.
“Fue una delicadeza del Papa, es sobre todo una atención a la Argentina y a Tucumán. Una zona muy religiosa del país que nunca había tenido un cardenal, donde inició una corriente evangelizadora acá en el norte que pone a la gente muy contenta, estamos a un paso de celebrar nuestra independencia acá en Tucumán, el Congreso Eucarístico Nacional en 2016, todo eso lo ha tenido en cuenta el Papa, es una forma de reconocer al norte y a Tucumán en particular”, dijo Villalba en entrevista con radio La Red AM 910 de Buenos Aires.
Para el arzobispo su reconocimiento es simbólico. Apenas tres meses atrás, en octubre, cumplió los 80 años. Por ello será cardenal “no elector”. Además comparte un pasado común con Francisco. Nació en Buenos Aires en 1934 y fue ordenado sacerdote en 1960. Pasó por Roma donde estudió teología e historia eclesiástica en la Pontificia Universidad Gregoriana.
Prefecto en el Seminario Mayor, director del Instituto Vocacional San José y párroco de Santa Rosa de Lima, fue elegido obispo auxiliar de la capital argentina antes que Bergoglio. Fue su predecesor en la vicaría de Flores. Cuando en 1991 fue transferido en la sede de San Martín, su lugar lo ocupó el actual Papa.
“En los dos periodos que el cardenal Bergoglio fue presidente del episcopado argentino yo fui su vicepresidente primero así que prácticamente nos veíamos todos los meses. Nos teníamos que encontrar para resolver temas, preparar reuniones. Ese contacto hizo que tengamos una relación muy cercana, fraterna. Viajamos dos o tres veces juntos a Roma para visitar el Vaticano. Eso fue hilvanando una amistad con el cardenal, hoy el Papa Francisco”, añadió.
Esa colaboración duró seis años, entre 2005 y 2011. Fueron años difíciles para el primado argentino, criticado y hostilizado por buena parte del gobierno del matrimonio Kirchner. Villalba fue un testigo privilegiado y un sostén silencioso, de bajo perfil. Aunque no se calló cuando debió denunciar la desnutrición y la pobreza en Tucumán.
La última vez que vio a Bergoglio fue en marzo de 2013, después de la misa de inicio de pontificado. Dialogaron en la casa de Santa Marta, en el Vaticano. Después no volvió a tener contacto con él. No obstante, sigue cotidianamente los escritos y discursos del pontífice. “Está haciendo un pontificado que va a ser una gracia para la Iglesia y para el mundo”, consideró.
Fue muy específico con respecto a las expectativas creadas: “Hay que tener claridad. El Papa no va a cambiar la doctrina, aquellas cosas que son definitivas en la Iglesia no las va a modificar. Algunas cuestiones disciplinarias, que no son doctrina, esas se podrían cambiar. El pensamiento de la Iglesia con respecto, por ejemplo, al divorcio, ese no va a cambiar. Lo que puede cambiar es la actitud con las personas. Me parece que el Papa es claro en su doctrina, pero tiene una relación muy misericordiosa con las personas”.
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