“Se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: “Si quieres, puedes limpiarme”. Sintiendo lástima extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Quiero queda limpio”. La lepra se le quito inmediatamente y quedó limpio. “No se lo digas a nadie”. Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado y aún así acudían de todas partes”.
(Mc 1,40-45)
El amor de Jesús por el hombre no tiene límites.
Por amor se encarnó haciéndose uno de nosotros.
Por amor nació en un pesebre.
Por amor no tuvo reparos en legalmente ser considerado leproso.
¿Recuerdan la novela de Paul Claudel en la que Violeta contemplaba todos los días la tristeza de aquel leproso que se asomaba al muro? Su corazón se enternecía hasta que un día se arriesgó a darle un beso de cariño. El leproso siguió leproso, pero la alegría cambio su corazón. Pero Violeta quedó contagiada de lepra y fue llevada a una cueva a la montaña.
Aquí el leproso, comienza rompiendo con la ley, y se acerca a Jesús.
Y le pide con suma delicadeza: “Si quieres, puedes limpiarme”.
No le pide que lo sane.
No le pide que lo limpie.
Su fe es mucho más profunda: “Si quieres”.
Hermosa manera de orar.
Porque nosotros solemos orar casi imponiéndonos a la voluntad de Dios.
El leproso acepta la voluntad de Jesús: “Si quieres”.
Recordemos el Padre nuestro “hágase tu voluntad”.
Recordemos la oración del Huerto: “pero no se haga mi voluntad sino la tuya”.
Porque orar no es forzar la voluntad de Dios.
Orar es aceptar la voluntad de Dios.
Jesús “siente lástima”.
Jesús nunca pasa indiferente ante el sufrimiento del hombre.
Pero también se siente movido por una oración tan sincera y llena de fe.
Y cuando se trata de evitar el sufrimiento humano, Jesús no se detiene.
Sabe el riesgo que él mismo corre, y sin embargo “extendió la mano y lo tocó”.
Sabe que también puede contagiarse de la lepra.
Y legalmente queda contagiado y excluido de la gente.
“Ya no puede entrar abiertamente en los pueblos y se quedaba fuera al descampado”.
No importa, se trataba de suprimir el dolor humano.
Se trata de que alguien recupere la alegría de la vida.
Se trata de que alguien pueda incorporarse a la sociedad.
El amor al hombre está por encima de los propios riesgos.
Quien sería capaz de dar su vida por nosotros, ¿iba a tener miedo a la lepra?
Señor, felizmente hoy la lepra está prácticamente supera.
Sin embargo, Señor, todavía somos muchos los leprosos que quedamos.
“Si quieres” ¿no podía limpiarnos de la lepra del egoísmo del tener?
“Si quieres”¿no podías limpiarnos de esas indiferencias que secan nuestro corazón?
“Si quieres” ¿no podías limpiarnos de esas indiferencias frente a la pobre de los demás?
“Si quieres” ¿no podías limpiarnos de esos orgullos que aplastan a los demás?
“Si quieres” ¿no podías limpiar nuestro corazón de tanta basura que bajamos de Internet?
“Si quieres” ¿no podías limpiar nuestro corazón de tantas esclavitudes de nuestras pasiones?
“Si quieres” ¿no podías limpiar hoy nuestras manos de tantos crímenes?
“Si quieres” ¿no podías limpiar hoy nuestro mundo de tantas muertes inútiles?
“Si quiere” ¿no podías limpiar hoy nuestra mente de tanta mentira?
Señor, también nosotros nos ponemos de rodillas delante de ti para que nos cures, nos sanes, nos devuelvas la salud.
No te pedimos que te fijes en tantos que sufren a nuestro lado.
Te pedimos que, “si quieres” muevas nuestros corazones para que seamos nosotros los que nos detengamos ante ellos y recobren su dignidad y la alegría de la vida.
Clemente Sobrado C. P.
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