No es tiempo para cosas a medias

Domingo 23 Tiempo Ordinario – C


La verdad es que no me gustan las cosas a medias, esas medias tintas que no dicen nada.

A Dios tampoco le gustan esos que comienzan y se quedan a medio camino.

A Dios tampoco le gustan esos que dicen “sí” y luego, dicen “tengo que pensarlo”.

A Dios tampoco le gustan esos que dicen “sí” y luego, piden tiempo “para discernir”.

A Dios tampoco le gustan esos que dicen “sí” y luego, piden permiso para hacer una experiencia y ver cuál es su camino.


Es que a Dios no obliga a nadie.

Dios simplemente ofrece oportunidades y posibilidades.

El resto ya depende de nosotros.

¿Qué Dios exige mucho?

No tengo dudas.

Pero siempre lo dice a tiempo.

Dios no es de los que nos mete gato por liebre.

Que los retos del Evangelio son difíciles.

Todo depende.

Cuando cumplí mis 59 años de ordenación sacerdotal, un periodista me preguntó:

“Tiene que ser difícil vivir en fidelidad tantos años”.

Mi respuesta fue espontánea y reflejaba mi modo de sentir: “Lo difícil no son los 59 años. Lo difícil es ser fiel. Y cuando se vive en fidelidad, los 59 años resultan pocos años y con ganas de más”.



Se dice que vivimos una cultura de lo provisional.

Todo es provisional:

Es provisional el compromiso matrimonial.

Es provisional el compromiso sacerdotal.

Es provisional el compromiso de vida consagrada.

La definitivo pareciera que está “fuera de uso”.

Y es precisamente lo definitivo lo que nos define como creyentes.

Es lo definitivo lo que nos define como bautizados.

Es lo definidito lo que nos define como casados: “todos los días de mi vida”.

Es lo definitivo lo que nos define como consagrados: “profesión perpetua”.

Es lo definitivo lo que nos define como personas que se aman: “hasta que la muerte nos separe”.


Dios nunca es “provisional”:

Me ama aunque yo deje de amarle.

Sigue creyendo en mí, aunque yo deje de creer en él.

Me perdona, por más que yo le falle en mi conversión.


Jesús:

Primero pone las condiciones del seguimiento: posponer padre y madre, mujer a hijos, hermanos.

Nada de tapujos ni embalajes bonitos que se presten a engaño.

Para Jesús la vida es un “sí” o un “no”.

Para Jesús no vale eso de “sí, pero”.

Por eso que, nos pide que antes lo pensemos bien.

Nadie nos obliga ni a casarnos, ni a ser consagrados, ni a ser bautizados, ni a ser sacerdotes, ni a ser cristianos.

Pero sí se nos pide que “primero lo pensemos bien”.

Que nuestras decisiones sean conscientes y responsables.

Más vale un “no” sincero que un “sí pero”.

Jesús no quiere torres a medias, ni casa sin techo.

Jesús no quiere vidas quebradas por la mitad.

Jesús no quiere seguidores que luego se pasan la vida arrepentidos.

Jesús no quiere amores “mientras me vaya bien contigo”, si no “me divorcio”.

Jesús no quiere bautizados mientras somos niños, y nos largamos luego cuando somos adolescentes maduros.

Jesús no quiere consagrados que luego ponen en duda su vocación porque su corazón se ha sentido tocado por ilusiones nuevas.


“El que no renuncia a todo, no puede ser discípulo mío”.

¡Ahí va eso!

El que no está convencido y comprometido a fondo, no puede engañarse con compromisos que el viento de la vida lleva enseguida.

Dios no engaña.

Dios nos pone las cartas sobre la mesa.

De nosotros depende llegar al final del camino con alegría y gozo.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo C, Tiempo ordinario Tagged: discipulo, fidelidad, sacerdocio, seguimiento, vida religiosa, vocacion

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