Va a comenzar el partido Finlandia-España.
Los jugadores salen al campo (“saltan” según el cronista de la tele) cada uno con un niño de la mano. ¿Por qué me vienen a la memoria los antiguos monaguillos perfectamente uniformados?
Sergio Ramos se agacha; toca el césped con los dedos de la mano derecha y hace la señal de la cruz. Otros dos jugadores hacen lo mismo.
―¿Será agua bendita la que utilizan para regar el campo?
―No, colega ―me responde Kloster―. Es que necesitan un poco de liturgia.
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