"Si uno quiere ser el primero" |
"Si uno quiere ser el primero". Así empieza una de esas frases más características de Jesús. No prohíbe a sus seguidores el deseo de "ser los primeros"; más aun, está alentando esta ambición que late en el corazón de los hombres. Quiere que seamos los primeros.
San Pablo tomó pie de este anhelo cuando escribió: «En las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio» (1 Co 9,24). No pondría este ejemplo si estimase que correr en las carreras es algo deplorable. Es perfectamente lícito y bueno, tanto el deseo como el esfuerzo por sobresalir en cualquier campo.
Es interesante considerar que Jesús es el primogénito, es decir, el primero de todo criatura. Así nos lo recuerda Benedicto XVI en su reciente libro:
"En la Carta a los Colosenses, esta idea se amplía aún más: se llama a Cristo 'primogénito de toda criatura' (1, 15) y el 'primogénito de entre los muertos' (1, 16). 'Todo fue creado por Él' (1, 18). 'El es el principio' (1, 18). El concepto de primogenitura adquiere una dimensión cósmica. Cristo, el Hijo encarnado, es, por decirlo así, la primera idea de Dios y precede a toda creación, la cual está ordenada en vista de él y a partir de él. Con eso, es también principio y fin de la nueva creación, que ha tenido inicio con la Resurrección" (1)
Quien anima a "ser el primero" es precisamente el Primero en todos los sentidos. No es un perdedor consumido por la envidia y que no soporta que alguien venza y sobresalga.
Al revés, es el Vencedor por antonomasia, que nos invita también a nosotros a que seamos vencedores con Él. Quiere que seamos los primeros. Pero nos indica un camino diferente:
"Si uno quiere ser el primero... sea el último de todos y el servidor de todos" (Mc 9, 30-37).
En este vídeo, que desde hace años circula por internet, se pueden advertir las dos lógicas: no son del todo incompatibles. Todos corren para ser los primeros, pero hay un punto en que no vale la pena ser el primero. Hay mayor felicidad en compartir el éxito. Si uno se queda atrás, ninguno vence del todo. El verdadero vencedor es aquel que desearía compartir su felicidad con todos.
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(1) J. Ratzinger, Benedicto XVI, La infancia de Jesús, ed Planeta, Madrid 2012, p. 78.
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