La evangelización de Cáritas y de otras obras benéficas -y 2



–¿Es verdad que el Director le ha dicho que el artículo anterior era demasiado largo, y que era mejor que lo cortase en dos partes?


–No exactamente. Le he consultado, y no ve inconveniente en partirlo en dos. Y zas, lo he partido.



Recordamos en el artículo anterior la teología y la espiritualidad de la beneficencia cristiana, tal como aparece en la Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia. Hoy, en las Iglesias descristianizadas, la mayoría de las grandes Obras benéficas ha roto con esa tradición grande y santa.


–La secularización reciente de la beneficencia católica es un gran error. Las obras de beneficencia, como todas las demás realidades cristianas, han ido perdiendo en las Iglesias descristianizadas la religiosidad tradicional explícita de sus formas propias. Allí donde se ignora o no se conoce suficientemente que (208) La Iglesia es para la gloria de Dios, (210) que La Iglesia es sagrada, es decir, allí donde han sido (211) Las Iglesias arruinadas por la secularización , se impone en todo, también en las Obras benéficas cristianas, un planteamiento horizontal y naturalista, que lesiona gravemente la naturaleza verdadera de la Iglesia. Y para más INRI, es una planteamiento que nada tiene que ver con la inmensa mayoría de quienes colaboran en esas Obras, cristianos convencidos, que quieren servir a Cristo sirviendo a sus hermanos pobres.


En efecto, la secularización desfigura todas las diversas realidades de la Iglesia: la ascesis, el matrimonio, la familia, el trabajo, el sacerdocio ministerial, la educación y la enseñanza, la actividad política, el arte, hasta la misma liturgia. Y por supuesto, la secularización quita también toda significación abierta de religiosidad en la obras cristianas de beneficencia. De este modo, se ha producido una clara ruptura con las formas propias tradicionales de la beneficencia cristiana. Y en ocasiones, con toda conciencia, se ha llegado a preferir la forma filantrópica del amor fraterno a su plena modalidad caritativa y cristiana. Y se hace norma, establecida al menos tácitamente, no mencionar el nombre de Dios y de su Cristo. Ya recordé hace poco un cartel publicitario de Cáritas de hace ya muchos años: «El amor es del cristiano, la caridad, de la señora marquesa».


–Los que colaboran con Caritas , con Manos Unidas , etc., suelen ser en su gran mayoría cristianos practicantes, que permanecen en la Eucaristía, donde Cristo «se entrega», donde entrega su Cuerpo y su Sangre para la salvación temporal y eterna de los hombres. Y ellos, con más o menos conciencia, pero de hecho siempre, están prolongando en favor de los pobres la entrega de Cristo, movidos por el amor del Crucificado, que dió su vida por nosotros. Suelen ser muchas veces la flor de la parroquia: gente que no está en este mundo para «pasarlo bien», sino que quieren estar en él como Cristo, que «pasó haciendo el bien» (Hch 14,38). Todos ellos –laicos y sacerdotes, religiosos, misioneros–, prestan su abnegado servicio a los necesitados movidos por la caridad sobrenatural evangélica, no por una mera filantropía naturalista, ni por un sentido solamente de justicia.


Suelen organizar su servicio con total honradez –cosa que no puede decirse de «todas» las ONGs– y con un alto nivel de eficacia. No se implican a veces tanto como algunos quisiéramos en causas como la lucha contra el aborto, para salvar en el seno de su madre al niño concebido, ayudando así al más pobre e indefenso de los seres humanos. Pero, en general, estas grandes obras cristianas de beneficencia material hacen un bien inmenso, tanto a sus beneficiarios, como a los que en ellas colaboran. Son sin duda una gloria de la Iglesia Católica, y tanto en la extensión como en la calidad y la diversidad de sus servicios –pobres, parados, inmigrantes, discapacitados, exiliados, enfermos del sida, etc.– son las Obras mayores y mejores que existen actualmente en el mundo.


–Hay, sin embargo, magníficas Asociaciones benéficas cristianas que deberían tener una expresión de Cristo mucho más clara e inteligible. Cáritas y otros organismos semejantes se realizan frecuentemente con una base local en la parroquia o en un centro religioso. Y en cada sitio sus reuniones de trabajo tendrán muy distintas formas, a veces más religiosas o a veces más profanas: dependerá de quienes componen el grupo o del laico o párroco que lo dirige. Pero quizá fuera bueno que adoptasen algún estímulo orante que fuera común. Lo tienen ya algunas Obras.



+Un buen Crucifijo presidiéndolo todo y una estampita con breves oraciones ayudan a dar sentido, unión en la espiritualidad y mérito de vida eterna a las buenas obras que una persona o un grupo hacen en los locales de Cáritas, Manos Unidas, etc. Rezar el Angelus o algunas otras oraciones al comienzo o al final. Por ejemplo:



–En el nombre del Padre… –Padrenuestro –AveMaría – Gloria


–Oremos. Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestros trabajos en N.N., para que nuestras obras comiencen en ti como en su fuente y tiendan siempre a ti, como a su fin. Por nuestro Señor Jesucristo.


V/.–Lo hacemos por Jesús. R/.–Lo hacemos con Jesús y movidos por su gracia.



Ya vale con eso. O con algo semejante. Lo que importa es que los trabajos sean ofrenda a Dios y a los pobres, que sean hechos en el nombre de Jesús, para gloria de Dios y para ayuda temporal y eterna de los necesitados, y que quienes los hacen tengan claro que obran con Jesús y movidos por su amor.


No se entiende por qué en algunas Obras casi nunca se menciona a Dios, a Cristo, al Evangelio, en sus carteles publicitarios y en sus revistas, destinadas a suscriptores, donantes habituales, parroquias y otros centros católicos. Como si obedecieran a un acuerdo común, nunca mencionan la gracia de Cristo que está en el origen, en la acción y en la perduración de la Obra. Es decir, se mantienen ocultos a quienes son protagonistas absolutos de esa acción benéfica: al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Entre las grandes Obras benéficas de la Iglesia una de las pocas que son más explícitamente cristianas es Ayuda a la Iglesia Necesitada. Y hay otras, por supuesto.


Puede darse que en las 80 páginas de la revista de una de estas Obras de beneficencia secularizadas en su apariencia, apenas una, tres, cinco veces se mencione a Dios y a su enviado Jesucristo –en 80 páginas, y quizá sólo de paso–. Da que pensar que podría ser igualmente la revista de un Centro benéfico agnóstico. Las ideas lanzadas en sus carteles casi siempre, aparte de que suelen valer muy poco, son de tono pelagiano, y evitan casi sistemáticamente citar frases bíblicas o de santos.



+Si queremos hacer algo por el hambre de los demás, no hay excusas, y sí hay muchas razones


+CON Respeto - Solidaridad - Tiempo - Amabilidad - Verdad - Generosidad - Fraternidad - VIVE


Vive sencillamente, CONVIVE con los demás, serás feliz


+CARITAS, trabajamos por la justicia [Trabajamos por la caridad, que da de sí mucho más que la justicia, y que hace a ésta posible. Caritas, su mismo nombre expresa su verdadera naturaleza. No está bien que ella niegue su propio ser].






La expresión pública de una Obra netamente cristiana debe ser netamente cristiana. Publicar una revista de la Obra sin apenas mencionar a Dios y a su enviado Jesucristo parece un fraude. No se le ve a ello ninguna ventaja, y sí muchos inconvenientes. En trípticos y carteles no hay ninguna razón para rehuir las expresiones de la Escritura, de los santos, de la tradición cristiana, con frases que serían mucho más verdaderas y motivadoras:



«Da a quien te pida, y no vuelvas la espalda a quien te pide algo prestado» (Mt 5,42); «Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer…» (Mt 24,34ss); Cristo «dió su vida por nosotros, y nosotros debemos dar nuestra vida por nuestros hermanos» (1Jn 3,16); «Quien ama a Dios ame también a su hermano» (4,21)… La Biblia es una fuente inagotable que mana palabras llenas de gracia y de verdad. Y lo mismo los escritos de los santos, especialmente de aquellos más directamente dedicados al servicio de los pobres. ¿Por qué se silencian estas palabras netamente cristianas, que en Cristo son luz y vida, y se nos dan a cambio palabras tan escasas de espíritu sobrenatural?



En una inmensa mayoría los miembros de las Obras benéficas católicas son cristianos, cristianos practicantes y convencidos, que hacen su trabajo con Cristo, por Él y en Él. Como es lógico, a ellos, lo mismo que a los donantes, les agrada y les ayuda oír la voz de Cristo y de sus santos, iluminando y motivando sus trabajos. Las revistas y los lemas secularizados de sus propias Obras no les dicen absolutamente nada, a algunos les indignan, y por supuesto no expresan en absoluto «el espíritu» que les mueve a colaborar en ellas con sus trabajos y con sus donativos. Es cierto que en estas Obras hay también a veces colaboradores no cristianos; pero si se integran en una obra cristiana, no es de esperar que se molesten o se alejen por alguna breve manifestación confesional cristiana. Es bueno, justo, equitativo y saludable que «se vea» que Cristo es el protagonista de esas obras benéficas, para que viendo estas «buenas Obras» los no creyentes, también ellos «glorifiquen al Padre que está en los cielos».


En una inmensa mayor parte las colectas y donativos que reciben y distribuyen estas Obras proceden de cristianos, es decir, proceden de Cristo. Cristianos practicantes, que viven la fe y la caridad, son aquellos hombres en los que vive Cristo, quien personalmente les mueve a esas buenas acciones de caridad benéfica. Es Cristo el que concede a los donantes la gracia de dar en las colectas de las Misas parroquiales. Es Cristo quien mueve a quienes hacen sus donativos en una suscripción, en el testamento, enviando un giro, un cheque, una transferencia. Es Cristo la Cabeza que mueve y dirige todo el movimiento de la Obra benéfica, dando ánimo a quienes ordenan y clasifican alimentos y objetos, a quienes atienden, serviciales y amables, a los necesitados. ¡Es Cristo el Donante total! Y está muy feo ocultar y silenciar al Donante principal en revistas y carteles, donde sólo se expresan filantropías naturales con lemas tontorrones. Hay que tener cuidado, porque lo que no se expresa, se oculta. Es bueno, pues, que tanto los pobres beneficiados como los propios benefactores sean muy conscientes de que en los servicios de esa Obra, la que sea, es Cristo quien se manifiesta para los hombres como fuente de todos los bienes materiales y espirituales, temporales y eternos. Así lo afirma el Canon Romano de la Misa, al terminar la plegaria eucarística, antes de la solemne doxología final trinitaria:



«Por Él [Cristo] sigues creando [Padre] todos los bienes, los santificas, los llenas de vida, los bendices y los repartes entre nosotros».



José María Iraburu, sacerdote





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04:06

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