Llevo pasando años por encima de la losa de la sepultura del Cardenal Alfonso de Carrillo en la catedral de mi diócesis. Y hasta hace pocos días no he leído su vida (siglo XV) con algo de detalle. Qué vida, lo tiene todo: vida en iglesias y castillos, amor al mando, guerras, terquedad, ambición, alquimia, mezcla de lo espiritual y de lo humano, de lo eclesiástico y las cuestiones dinásticas. Es lo que siempre digo, para pecadores los de antes. Antes eran pecadores con fuste, pecadores de tomo y lomo.
Cualquier novelista que quiera escribir una novela sobre su vida, la tiene ya escrita. Sólo tiene que limitarse a ir contando su existencia año tras años. Seguro que cualquier escritor sabrá simplificar esa interesante vida para hacerla comprensible al nivel de un musical.
Eso es lo que me gusta de los novelistas actuales, su capacidad para transformar una interesante vida en algo comprensible para todos. Es decir, en un libro para torpes.
Yo, personalmente, estoy contra el pecado. Pero, cinematograficamente, prefiero Julios II al estilo de El Tormento y el Éxtasis.
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