“Dijo Jesús a sus discípulos: “Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimento. ¿No valéis vosotros más que ellos?” (Mt 6,24-34)
Me ha gustado lo que escribe Evangelio 2013, en su brevísimo comentario a este texto:
“Un corazón, solo un corazón tenemos los hombres, no dos. Solo uno puede ser habitado. Sin embargo, dos se lo disputan: Dios y el dinero”.
Un solo corazón.
Pero un corazón que debe ser muy importante cuando varios se lo pelean.
Nuestro corazón termina siendo una especie de campo de batalla:
Tu corazón femenino se lo pelean varios enamorados.
Tu corazón masculino se lo pelean varias enamoradas.
Y tú tienes que decidir.
Porque no me digas que amas a todos o amas a todas.
Porque no me digas que lo vas a repartir entre todos ellos.
Pero tu corazón y el mío tienen otros pretendientes:
Dios y el dinero.
Los dos están en guerra en ganárselo y hacerlo de su propiedad.
Y tú y yo tendremos que decidir con cuál de los dos nos quedamos.
Si consultas por ahí, serán muchos los que te digan que te vendas al dinero.
Tampoco faltarán quienes te aconsejen que lo “registres como propiedad de Dios”.
Aunque a decir verdad, tampoco faltarán quienes te digan que lo compartas entre los dos.
Pero así como no puedes casarte con dos novias a la vez, tampoco podrás “registrarte como propiedad de Dios y del dinero”.
En la vida vivimos cada día de elecciones.
En la vida vivimos cada día entre decisiones.
En la vida vivimos cada día haciendo opciones.
Lo malo es cuando jugamos al dinero y a Dios al mismo tiempo.
Jesús nos invita al riesgo de jugárnosla por Dios.
El se la jugó primero por nosotros.
¡Qué mucho que nosotros nos la juguemos por El!
Jesús nos propone toda una serie de ejemplos para que nos fiemos de Dios.
Y que sea Dios el que gana nuestro corazón.
Y hasta hace poesía como expresión de esa confianza que inspira, el ponernos totalmente al servicio del Padre.
Ahí están los pájaros, que vuelan libres, sin necesidad de sembrar ni de segar.
Ahí están los lirios del campo, que son un encanto de belleza.
Y Dios los viste mejor que la mismísima moda parisina.
Y termina con unas afirmaciones que abren nuestro espíritu a la esperanza:
“¿Y no valéis vosotros más que ellos?” Se refiere a los pájaros.
“¿Y no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?” Se refiere a los lirios.
“Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todas esas cosas”.
Con frecuencia, la realidad pareciera desdecir a Jesús.
Con frecuencia, la realidad pareciera imponerse a la poesía del corazón de Dios.
Y sin embargo:
¿Será Dios el que no cumple su palabra?
¿No seremos nosotros que no somos capaces de abandonarnos plenamente en sus brazos?
¿No seremos nosotros que confiamos más en nuestra billetera que en las manos del Padre?
¿Cuándo será el día en el que podamos decir “solo Dios basta”?
Sé que no es nafa fácil.
Sé que la realidad no tiene tanta poesía.
Sé que, sin embargo, la experiencia hecha poesía de Teresa de Jesús, coincide con la poesía de Jesús:
“Nada te turbe,
Nada te espante:
Quien a Dios tiene, nada le falta.
Nada te turbe, nada te espante.
Solo Dios basta”.
Clemente Sobrado C. P.
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