“Ahora te digo yo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, lo que desates en ola tierra quedará desatado en el cielo”. (Mt 16,13-19)
Dos hombres diferentes.
Dos llamadas diferentes.
A Pedro, Jesús le llama mientras recoge las redes.
A Pablo, Jesús le llama mientras va persiguiendo a los cristianos.
Dos momentos bien diferentes y dos actitudes distintas.
Pedro, el hombre del Lago sin mayores prejuicios.
Pablo, el hombre que lleva el corazón de resentimientos contra todo lo que suene a Jesús.
Ninguno de los dos fue llamado en el Templo.
Ninguno de los dos estaba rezando y leyendo la Palabra.
Para Dios no hay espacios especiales.
Incluso, a Dios no lo importan los momentos.
Ni siquiera las actitudes o disposiciones del corazón.
La gracia de Dios llama cuando menos lo esperamos.
La gracia de Dios llama, incluso cuando le estamos rechazando.
La gracia de Dios cuando toca el corazón hace que dejemos barcas y redes.
La gracia de Dios cuando toca el corazón hace que todos los resentimientos den paso al grito de “¿Quién eres, Señor?”
El poder de la gracia es más que todos los problemas y dificultades.
La gracia de Dios es capaz de actuar en los sencillos.
La gracia de Dios es capaz de actuar también en los rebeldes y resentidos.
Pedro se encuentra con el Jesús que comienza su predicación.
Pedro sigue a Jesús por los caminos polvorientos.
Pedro tiene que pasar por los momentos difíciles de la Pasión.
Pablo se encuentra con el Jesús resucitado.
Pablo se encuentra con el Jesús que sigue vivo en la Iglesia.
Pedro será la piedra firme sobre la que Jesús edificará su Iglesia.
Pablo será el misionero que abre la Iglesia a la gentilidad.
Pedro será el que da unidad a la Iglesia.
Pablo será el que funda las pequeñas iglesias entre los gentiles.
Pedro será el pastor del rebaño.
Pablo será el que hace misionera a la Iglesia.
Pablo será el misionero peregrino capaz de enfrentarse con los suyos y con los gentiles y que no temerá pasar por infinidad de dificultades y sufrimientos.
Es que cuando:
Se ha descubierto la verdad de Jesús, ningún obstáculo es capaz de detenernos.
Se ha aceptado la verdad de Jesús y del Evangelio, no hay camino que nos impida llevar la verdad.
Se ha descubierto y a aceptado a Jesús, las vidas se ponen a su servicio.
Hombres distintos.
Con llamadas distintas.
Con caminos distintos.
Pero unidos en el mismo ideal de Jesús y del Evangelio.
Pero unidos en que los dos son capaces de entregar sus vidas por el Evangelio.
Caminos diferentes que terminan en un solo camino, el del martirio.
Dos milagros de la gracia.
Dos milagros de la gracia que nos hablan de las posibilidades de Dios en nosotros.
Dos milagros de la gracia que nos hablan de que para Dios nada haya imposible.
Dos milagros de la gracia que nos hablan de lo que cada uno podemos ser.
Dos milagros de la gracia que nos hablan de que cada uno tenemos nuestro camino.
Dos milagros de la gracia que nos hablan de que siendo diferentes:
Hay un Jesús que nos une y entusiasma.
“No quiero saber otra cosa que a Jesús, y este crucificado”.
Hay un Evangelio que nos une y nos abre a la esperanza.
Hay una Iglesia que nos une y nos compromete en su acción misionera.
¿Alguien puede decir que él no sirve?
¿Alguien puede decir que él no puede?
“Todo lo puedo en aquel que me conforta”.
Clemente Sobrado C. P.
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