29 de junio, solemnidad de San Pedro y San Pablo. Los católicos no somos “papólatras” (adoradores del Papa). Simplemente nos tomamos en serio las palabras de Jesús a Simón, el hijo de Jonás: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré MI Iglesia“. Por eso nos dejamos confirmar en la fe por sus sucesores, de la misma manera que lo hacía la primera comunidad católica en vida de Pedro.
Hoy Pedro se llama Francisco. En la Misa de Vísperas hice lo que él nos pide: “recen por mí”. Los invito también a elevar una oración por la persona del Papa y por la fecundidad de su ministerio.
El año pasado tuve la gracia de visitar Roma. Participé de la audiencia pública de los miércoles. Al final grabé la parte en la cual Benedicto hacía el resumen en español de lo que había enseñado en italiano. Lo hice con mi teléfono… por eso la calidad y las movidas que tiene. Pero se los quiero compartir como una manera de celebrar este día.
La catequesis fue espectácular. Era sobre el deseo de Dios. Allí decía:
“Debemos por ello sostener que es posible también en nuestra época, aparentemente tan refractaria a la dimensión trascendente, abrir un camino hacia el auténtico sentido religioso de la vida, que muestra cómo el don de la fe no es absurdo, no es irracional. Sería de gran utilidad, a tal fin, promover una especie de pedagogía del deseo, tanto para el camino de quien aún no cree como para quien ya ha recibido el don de la fe. Una pedagogía que comprende al menos dos aspectos.
En primer lugar aprender o re-aprender el gusto de las alegrías auténticas de la vida. No todas las satisfacciones producen en nosotros el mismo efecto: algunas dejan un rastro positivo, son capaces de pacificar el alma, nos hacen más activos y generosos. Otras, en cambio, tras la luz inicial, parecen decepcionar las expectativas que habían suscitado y entonces dejan a su paso amargura, insatisfacción o una sensación de vacío. Educar desde la tierna edad a saborear las alegrías verdaderas, en todos los ámbito de la existencia —la familia, la amistad, la solidaridad con quien sufre, la renuncia al propio yo para servir al otro, el amor por el conocimiento, por el arte, por las bellezas de la naturaleza—, significa ejercitar el gusto interior y producir anticuerpos eficaces contra la banalización y el aplanamiento hoy difundidos. Igualmente los adultos necesitan redescubrir estas alegrías, desear realidades auténticas, purificándose de la mediocridad en la que pueden verse envueltos. Entonces será más fácil soltar o rechazar cuanto, aun aparentemente atractivo, se revela en cambio insípido, fuente de acostumbramiento y no de libertad. Y ello dejará que surja ese deseo de Dios del que estamos hablando.
Un segundo aspecto, que lleva el mismo paso del precedente, es no conformarse nunca con lo que se ha alcanzado. Precisamente las alegrías más verdaderas son capaces de liberar en nosotros la sana inquietud que lleva a ser más exigentes —querer un bien más alto, más profundo— y a percibir cada vez con mayor claridad que nada finito puede colmar nuestro corazón. Aprenderemos así a tender, desarmados, hacia ese bien que no podemos construir o procurarnos con nuestras fuerzas, a no dejarnos desalentar por la fatiga o los obstáculos que vienen de nuestro pecado.”
Los invito a que lean toda la catequesis desde este link . Y, también, los invito a rezar por Benedicto. Es raro decirlo, pero hoy no es su día simplemente porque Papa es uno solo y es Francisco. Pero eso no quita que retomemos constantemente sus enseñanzas (que son de una riqueza admirable). El, desde su retiro monacal, seguro que está intercediendo con su oración por cada uno de nosotros.
Etiquetas: Benedicto 16, Catequesis Benedicto XVI, Francisco I
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