“Cuidad de no practicar vuestra justicia delante los hombres para ser vistos por ellos…
Cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como lo hipócritas en las sinagogas y en las calles…
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas.
Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran la cara para hacer ver a ola gente que ayunan”. (Mt 6,1.6.16-18)
Aquí el que no corre vuela.
Aquí nos mojamos todos.
Jesús no anda con bromas y destapa la mentira del corazón humano.
Y de esto no nos salvamos ninguno.
Unos porque hacen limosna a toque de trompeta.
Otros porque oran para que los vean.
Otros porque ayunan con cara de ceniza.
Y otros porque hablamos bonito para que crean que somos lo que decimos.
Y otros porque hablamos mucho de Dios, por más que luego no nos acordemos de él.
Y otros porque hablamos mucho de justicia, aunque luego paguemos lo mínimo a la empleada del hogar.
Y otros porque hablamos mucho de justicia social, aunque luego no demos cara por nadie.
Y otros porque hablamos mucho de los pobres, pero cerramos con doble llave la Caja Fuerte.
Y otros porque hablamos muchos de paz, y en casa vivimos peleados con todos.
Y otros porque hablamos mucho del amor, y luego vivimos enfundados en nuestro egoísmo.
Jesús es de los que predica:
La transparencia de la vida.
La verdad de la vida.
La coherencia de la vida.
La unidad entre lo que decimos ser y lo que somos.
La unidad entre lo que damos y lo que teníamos que dar.
La unidad entre los que ayunamos y la austeridad de nuestra vida.
Y estoy seguro de que hoy:
La gente es mucho más sincera.
La gente ora con mucha más sinceridad, aunque rece como quien exige a Dios.
La gente hoy no vive en la hipocresía del ayuno, porque apenas hay alguien que ayune.
Yo no creo que hoy exista tanta hipocresía ni en la limosna, ni en la oración ni en el ayuno.
Pero también en esto hemos avanzado y evolucionado.
La hipocresía hoy abunda, si no miremos nuestro corazón y el de los demás.
Solo que las hipocresías han cambiado de nombre y de terno o vestido.
Es la hipocresía del amor vivido en la infidelidad.
Es la hipocresía de la verdad revestida con el traje de la mentira.
Es la hipocresía del aparentar ser y no ser.
Es la hipocresía de mistificar muchas cosas, por más que estén lejos del Evangelio.
Es la hipocresía de la amistad que, en el fondo no pasa de ser la anestesia para aprovecharse de los demás.
Es la hipocresía del que hace voto de pobreza, y luego no le falta nada.
Es la hipocresía del que hace voto de obediencia, y luego hace lo que le da la gana.
Es la hipocresía del que hace voto de castidad, y luego vive con el corazón lleno de deseos insatisfechos.
Es la hipocresía del que jura amor “hasta que la vida nos separe”, y vive de un amor de “alquiler”.
Es la hipocresía de buscar grandes títulos para “servir a los demás” y luego se sirve de todos.
La hipocresía de que habla Jesús posiblemente la hayamos superado.
Pero hoy brota una nueva primavera de hipocresías.
Es solo problema de cambio de nombres.
Porque, no lo olvidemos, la hipocresía es demasiado sutil y no siempre es fácil detectarla.
Y lo que Jesús quiere y anuncia es que:
Vivamos en la verdad.
Pensemos con la verdad.
Seamos testigos de la verdad.
Que es una manera de vivir delante de Dios.
Que es un amanera de vivir ante los ojos de Dios.
Que es una manera de ser delante de Dios.
Clemente Sobrado C. P.
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