LUNES DE LA SEMANA 2ª DEL TIEMPO ORDINARIO
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocio, antes de la aurora. »
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.»
Evangelio según San Marcos 2,18-22.
Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?”. Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!”.
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1. (año I) Hebreos 5,1-10
a) El autor de la carta está entrando en su tema central, el sacerdocio de Cristo, comparado con el del Templo.
¿Qué cualidades debe tener un buen sacerdote? Ante todo debe ser nombrado por Dios, no es él el que se arroga este honor. Jesús no pertenecía a una familia sacerdotal. Era «laico». El nunca se llamó a si mismo «Sumo Sacerdote». Pero la comunidad cristiana sí, porque a nadie más que a él había dicho Dios: «Tú eres mi Hijo. Tú eres Sacerdote eterno».
Además, un sacerdote debe estar muy unido a los hombres y saberles comprender, ya que los representa en la presencia de Dios. Un «pontífice» es el que hace de puente entre Dios y la humanidad.
Por lo que toca a la cercanía de Jesús a los hombres, hoy leemos uno de los pasajes más impresionantes que se refieren a la pasión de Jesús: «A gritos y lágrimas presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte». Los evangelistas nos hablaban de la tristeza, del miedo, del pavor, del tedio, en la crisis de Jesús ante su muerte. Aquí se habla de gritos y lágrimas.
La carta añade un comentario sorprendente: «A pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer». Tenemos un sacerdote que ha experimentado el dolor, como nosotros. Hasta la muerte. No es que necesitase ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como les pasaba a los sacerdotes de Jerusalén. Pero quiso asumir la muerte y así se convirtió en salvador de todos, glorificado y proclamado Sumo Sacerdote.
El salmo no podía ser otro que el 109, el de las vísperas dominicales, «oráculo del Señor a mi señor». Sus afirmaciones: «tú eres sacerdote eterno, eres príncipe desde el día de tu nacimiento», la comunidad cristiana las aplicó desde el principio a Cristo Jesús.
b) Nosotros por una parte nos alegramos de tener un sacerdote así: que se ha entregado libremente por nosotros y ahora es el Mediador por el que tenemos puerta abierta a Dios. Un sacerdote que sabe lo que es sufrir, porque lo ha experimentado en su propia carne, hasta la muerte trágica de la cruz. Un sacerdote que se ha solidarizado con nuestra condición humana hasta lo más profundo. Eso nos da confianza en nuestro camino.
Por otra parte, cada uno de nosotros podríamos preguntarnos cuál es su propio estilo de ser mediador para con los demás, cómo intentamos colaborar con Cristo en la salvación del mundo. ¿Somos comprensivos como él? ¿aceptamos a los demás tal como son, también con sus defectos, para ayudarles en su camino? ¿estamos dispuestos hasta la renuncia y el dolor para poder hacer el bien a nuestro alrededor? ¿somos pontífices, o sea, hacemos de puente entre las personas y Dios? ¿adoptamos una actitud de condena o de comprensión y ayuda?
2. Marcos 2,18-22
a) Nos encontramos con un tercer motivo de enfrentamiento de Jesús con los fariseos: después del perdón de los pecados y la elección de un publicano, ahora murmuran porque los discípulos de Jesús no ayunan. Los argumentos suelen ser más bien flojos. Pero muestran la oposición creciente de sus enemigos.
Los judíos ayunaban dos veces por semana -los lunes y jueves- dando a esta práctica un tono de espera mesiánica. También el ayuno del Bautista y sus discípulos apuntaba a la preparación de la venida del Mestas. Ahora que ha llegado ya, Jesús les dice que no tiene sentido dar tanta importancia al ayuno.
Con unas comparaciones muy sencillas y profundas se retrata a si mismo:
– él es el Novio y por tanto, mientras esté el Novio, los discípulos están de fiesta; ya vendrá el tiempo de su ausencia, y entonces ayunarán; – él es la novedad: el paño viejo ya no sirve; los odres viejos estropean el vino nuevo.
Los judíos tienen que entender que han llegado los tiempos nuevos y adecuarse a ellos.
El vino nuevo es el evangelio de Jesús. Los odres viejos, las instituciones judías y sobre todo la mentalidad de algunos. La tradición -lo que se ha hecho siempre, los surcos que ya hemos marcado- es más cómoda. Pero los tiempos mesiánicos exigen la incomodidad del cambio y la novedad. Los odres nuevos son la mentalidad nueva, el corazón nuevo. Lo que les costó a Pedro y los apóstoles aceptar el vine nuevo, hasta que lograron liberarse de su formación anterior y aceptar la mentalidad de Cristo, rompiendo con los esquemas humanos heredados.
b) El ayuno sigue teniendo sentido en nuestra vida de seguidores de Cristo.
Tanto humana como cristianamente nos hace bien a todos el saber renunciar a algo y darlo a los demás, saber controlar nuestras apetencias y defendernos con libertad interior de las continuas urgencias del mundo al consumo de bienes que no suelen ser precisamente necesarios. Por ascética. Por penitencia. Por terapia purificadora. Y porque estamos en el tiempo en que la Iglesia «no ve» a su Esposo: estamos en el tiempo de su ausencia visible, en la espera de su manifestación final.
Ahora bien, este ayuno no es un «absoluto» en nuestra fe. Lo primario es la fiesta, la alegría, la gracia y la comunión. Lo prioritario es la Pascua, aunque también tengan sentido el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo como preparación e inauguración de la Pascua. También el amor supone muchas veces renuncia y ayuno. Pero este ayuno no debe disminuir el tono festivo, de alegría, de celebración nupcial de los cristianos con Cristo, el Novio.
El cristianismo es fiesta y comunión, en principio. Así como en el AT se presentaba con frecuencia a Yahvé como el Novio o el Esposo de Israel, ahora en el NT es Cristo quien se compara a si mismo con el Novio que ama a su Esposa, la Iglesia. Y eso provoca alegría, no tristeza.
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