La liturgia diaria meditada - ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! (Lc 1, 39-48) 12/12



Lunes 12 de Diciembre de 2016
Nuestra Señora de Guadalupe
Patrona de América. (F). Blanco.

Según una constante y sólida tradición, la imagen de la Virgen de Guadalupe, a raíz de su impresión en la tilma del indio Juan Diego en 1531, en la ciudad de México, permaneció algunos días en la capilla episcopal del obispo fray Juan de Zumárraga, y luego en el templo mayor. El 26 de diciembre de ese mismo año fue trasladada solemnemente a una ermita construida al pie del cerro del Tepeyac. Su culto se propagó rápidamente e influyó mucho para la difusión de la fe entre los indígenas. Después de habérsele construido sucesivamente otros tres templos al pie del cerro, se construyó el actual, que fue terminado en 1709 y elevado a la categoría de basílica por san Pio X en 1904. En 1754, Benedicto XIV confirmó el patronato de la Virgen de Guadalupe sobre toda la Nueva España (desde Arizona hasta Costa Rica) y concedió la primera misa y Oficio propios. Puerto Rico la proclamó su Patrona en 1758. El 12 de octubre de 1895 tuvo lugar la coronación pontificia de la imagen, concedida por León XIII, el cual había aprobado un año antes un nuevo Oficio propio. En 1910, san Pio X la proclamó Patrona de la América Latina; en 1935, Pio XI la nombró Patrona de las Islas Filipinas; y, en 1945, Pio XII le dio el título de Emperatríz de América.

La veneración a la Virgen de Guadalupe despierta en el pueblo una grande confianza filial hacia ella, ya que se presenta solícita para dar auxilio y defensa en las tribulaciones; es, además, un impulso hacia la práctica de la caridad cristiana, al mostrar la predilección de María por los humildes y necesitados, y su disposición por remediar sus angustias..

Antífona de entrada          Apoc 12, 1
Una gran señal apareció en el cielo: una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.

Se dice Gloria.

Oración colecta     
Dios y Padre de misericordia, que has puesto a tu pueblo bajo la especial protección de la santísima Madre de tu Hijo, concede, a cuantos invocan a la Virgen de Guadalupe, procurar con fe diligente el progreso de los pueblos por el camino de la justicia y de la paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Acepta, Señor, los dones que te presentamos en la fiesta de nuestra Señora de Guadalupe, y concédenos que este sacrificio nos dé la fuerza para cumplir tus mandamientos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        cf. Sal 147, 20
A ningún otro pueblo trató así el Señor, ni le dio a conocer sus mandamientos.

Oración después de la comunión
Padre, que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo recibidos en este sacramento nos ayuden a reconocernos y amarnos como verdaderos hermanos, por la intercesión de nuestra santísima Madre de Guadalupe. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Is. 7, 10-14; 8, 10
Lectura del libro de Isaías.
El Señor habló a Ajaz en estos términos: “Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas”. Pero Ajaz respondió: “No lo pediré ni tentaré al Señor”. Isaías dijo: “Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios? Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel, que significa ‘Dios con nosotros”.
Palabra de Dios.

Comentario
Esta joven madre da a luz no solo una esperanza, sino una realidad: “Dios con nosotros”. Es el Emmanuel, la presencia de Dios entre cada hijo e hija de este mundo.

Salmo 66, 2-3. 5. 7-8
R. ¡Que todos los pueblos te den gracias, Señor!

El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. R.

Que todos los pueblos te den gracias. Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra. R.

La tierra ha dado su fruto: el Señor, nuestro Dios, nos bendice. Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra. R.

Aleluya        cf. Lc 1, 46b-47
Aleluya. “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador”. Aleluya.

Evangelio     Lc 1, 39-48
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. María dijo entonces: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz”.
Palabra del Señor.

Comentario
“Tantos saltaron de gozo y esperanza ante su visita y ante el don de su Hijo y la más perfecta discípula del Señor se convirtió en la ‘gran misionera que trajo el Evangelio a nuestra América’. El Hijo de María Santísima, Inmaculada encinta, se revela así desde los orígenes de la historia de los nuevos pueblos como ‘el verdaderísimo Dios por quien se vive’, buena nueva de la dignidad filial de todos sus habitantes. Ya nadie más es siervo sino todos somos hijos de un mismo Padre y hermanos entre nosotros”.

Oración introductoria
María, madre mía es impresionante contemplar la anchura de tu amor y lo que te llevó a ser por los mas necesitados, especialmente por tu prima. Al verte, me doy cuenta del poder que tiene una persona que lleva a Dios en su interior y que se manifiesta en el amor a los demás.
Y por eso, Madre mía, como buen hijo tuyo, yo quiero responder y no quedarme ciego, sordo, mudo o paralítico cuando alguien me necesite, teniendo en cuenta que tu Hijo me ha llamado a ser luz del mundo (cf. Mt 5, 14), y no a ser cualquier chispita, sino una gran lucero que «brille delante de los hombres, para que vean mis buenas obras y glorifiquen al Padre celestial que está en el cielo» (cf. Mt 5, 16).

Petición
María, concédeme valor y decisión para compartir con los demás a tu Hijo Jesucristo. Ayúdame ver las necesidades de los demás, y a darme cuenta que, sólo con Cristo en mi corazón, puedo ayudarles de verdad.

Meditación 

Hoy, el texto del Evangelio corresponde al segundo misterio de gozo: la «Visitación de María a su prima Isabel». ¡Es realmente un misterio! ¡Una silenciosa explosión de un gozo profundo como nunca la historia nos había narrado! Es el gozo de María, que acaba de engendrar, por obra y gracia del Espíritu Santo. La palabra latina “gaudium” expresa un gozo profundo, íntimo, que no estalla por fuera. A pesar de eso, las montañas de Judá se cubrieron de gozo. María exultaba como una madre que acaba de saber que espera un hijo. ¡Y qué Hijo! Un Hijo que peregrinaba, ya antes de nacer, por senderos pedregosos que conducían hasta Ain Karen, arropado en el corazón y en los brazos de María.

Gozo en el alma y en el rostro de Isabel, y en el niño que salta de alegría dentro de sus entrañas. Las palabras de la prima de María traspasarán los tiempos: «¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!» (cf. Lc 1,42). 

La alegría es inseparable de la fe. «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lc 1,43). La alegría de Dios y de María se ha esparcido por todo el mundo. Para darle paso, basta con abrirse por la fe a la acción constante de Dios en nuestra vida, y recorrer camino con el Niño, con Aquella que ha creído, y de la mano enamorada y fuerte de san José. Por los caminos de la tierra, por el asfalto o por los adoquines o terrenos fangosos, un cristiano lleva consigo, siempre, dos dimensiones de la fe: la unión con Dios y el servicio a los otros. Todo bien aunado: con una unidad de vida que impida que haya una solución de continuidad entre una cosa y otra.

El amor de María no midió la distancia que le apartaba de su prima, ni mucho menos le llevó a tomar en cuenta lo que iba a exigirle ese viaje, viajando sola por el desierto, o cuánto tiempo le iba a tomar llegar hasta allá o cuánta comida iba a requerir para realizar ese trayecto... Su donación le condujo a hacer una de las cosas más costosas para el ser humano: el olvidarse de sí misma, para ser totalmente de los demás.

Nosotros, igualmente, podemos contemplar las necesidades de los que están cerca de nosotros; sobre todo, la sed de ayuda que llevan en su interior, con la esperanza de que alguien pueda satisfacerla y calmar su ansia. Por eso, detengámonos en el caminar de nuestra vida para ayudar a los demás.

Propósito
Haré dos actos de caridad el día de hoy: destacaré las cualidades de alguien y me ofreceré a ayudarle a alguien.

Dialogo con Cristo
Jesús mío, fuente de todo acto de amor, dame la gracia de llevarte siempre en mi corazón como lo hizo María, para que los demás puedan encontrar en mí tu rostro. Señor, yo quiero cumplir la gran misión que Tú me has dejado, la gran misión de extender tu Reino entre los que me rodean. Por eso, te pido que me concedas ver menos mis necesidades y más las de los demás, para poder dar toda mi persona a las almas que Tú pongas en mi camino. Jesús, que cada día crezcas más Tú en mí y que yo disminuya.



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