Será presentado mañana, pero ya está en la Red y se puede descargar para disfrutar, aprender y mejorar la predicación, que bien nos viene a todos los que se nos confió tan arduo ministerio. Copio para los lectores del blog las preciosas palabra de la Introducción, pág 3, que no tienen desperdicio:
Las sugerencias que aquí se presentan son necesariamente generales; estamos en un campo bastante variable del ministerio, tanto por las diferencias culturales de una asamblea a otra como por los talentos y limitaciones del homileta individual.
Cada homileta desea mejorar la predicación y, en ocasiones, las múltiples exigencias de la cura pastoral junto con un sentimiento personal de no ser adecuado, pueden llevar al desánimo. Es bien cierto que algunos, por capacidad y formación, son oradores públicos más eficaces que otros. El ser consciente del propio límite al respecto, puede ser, no obstante, superado recordando que Moisés sufría de una dificultad para hablar (cf. Ex 4,10), Jeremías se consideraba demasiado joven para predicar (cf. Jer 1,6) y Pablo, como él mismo admite, experimentaba debilidad y temblor (cf. 1Cor 2,2-4).
Para llegar a ser un homileta eficaz no es necesario ser un gran orador. Naturalmente, el arte de la oratoria o de hablar en público, asimilado el uso apropiado de la voz e incluso del gesto, contribuyen a la eficacia de la homilía. A pesar de ser una materia que va más allá de la finalidad del presente Directorio, para quien pronuncia la homilía es un aspecto relevante.
Lo esencial es que el homileta ponga la Palabra de Dios en el centro de la propia vida espiritual, conozca bien a su pueblo, reflexione sobre los acontecimientos de su tiempo, busque incesantemente desarrollar esas capacidades que le ayuden a predicar de manera apropiada y, sobre todo que consciente de la propia pobreza espiritual, invoque al Espíritu Santo como artífice principal en hacer dócil el corazón de los fieles a los misterios divinos.
Así lo recuerda el Papa Francisco: «Renovemos nuestra confianza en la predicación, que se funda en la convicción de que es Dios quien quiere llegar a los demás a través del predicador y de que Él despliega su poder a través de la palabra humana» (EG 136).
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