“Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. (Mt 25,31-46)
La Cuaresma, como camino de conversión, implica un doble cambio:
Nuestra idea de Dios.
Nuestra idea del hombre.
Es preciso cambiar de cara a Dios.
Es preciso cambiar de cara al hombre.
Nueva imagen de Dios:
El Dios que experimenta la realidad del hombre.
El Dios tentado en el desierto.
El Dios tentado de poder.
El Dios tentado de poder.
El Dios tentado de sensacionalismo.
Un Dios hecho semejante a nosotros.
Un Dios que experimenta la condición humana del hombre.
Una nueva imagen del hombre:
El hombre como presencia de Dios.
El hombre como revelación de Dios.
El hombre como lugar de la presencia de Dios.
El hombre como espacio donde se revela Dios.
El hombre como lugar de encuentro con Dios.
Un nuevo espacio donde encontrarnos con Dios.
El hombre como espacio donde dar culto a Dios.
El hombre como criterio de nuestras relaciones con Dios.
“Cuando lo hicisteis con uno de estos mis pequeños conmigo lo hicisteis”.
Dios quiere cambiar su rostro.
Y manifestarse con su rostro humano en los más débiles.
Dios que quiere romper con nuestra imagen del Dios todopoderoso.
Por la imagen del Dios que se revela no en el poder, el tener.
Sino el Dios que se quiere manifestar en la debilidad del amor.
El Dios encarnado en nuestra condición humana.
Pero también el Dios con el que nos encontramos en el hombre.
Es posible que en la Cuaresma:
Todos pensemos en nuestros actos de piedad.
Todos pensemos en nuestra religiosidad.
Todos pensemos en Dios.
Y, sin embargo, desde el comienzo, Dios quiere:
Nuestro cambio frente al hombre.
Nuestro culto en el servicio de los débiles.
Nuestra piedad en la atención a los necesitados.
Un nuevo estilo de piedad y de culto:
Dar de comer al hambriento.
Dar de beber al sediento.
Vestir al desnudo.
Acompañar al enfermo.
Visitar al que se pudre en la cárcel.
El verdadero ayuno será: dar de comer al que tiene hambre.
El verdadero ayuno será: atender a los pobres desnudos.
El verdadero ayuno será: visitar a los marginados que nadie atiende.
La Cuaresma nos cambia el libreto:
de nuestra fidelidad al Evangelio.
de nuestra conversión al Evangelio.
donde encontrarnos con Dios.
donde descubrir a Dios.
La Cuaresma nos enseña el nuevo rostro de Dios y del hombre.
Y esto es no es política sino Evangelio.
O si quieres es el Evangelio traducido en política.
Clemente Sobrado C. P.
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