El Serantes, después de la ducha que regó generosamente la City ayer sábado, se seca con cuatro harapos nubosos y vuelve a señorear sobre la Ría y El Abra. Yo, la mar de contento porque me han llamado cursi en la entrada anterior, regreso a Castilla, tierra austera y poco dada a a frivolidades líricas.
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